MALTRATO INFANTIL


NO SOY TONTO, QUIZÁ ME CUESTA MÁS TRABAJO APRENDER…

NO SOY INÚTIL, SÓLO ENSÉÑAME A HACER LAS COSAS BIEN…

NO ESTOY SORDO, NO ME GRITES AL OÍDO…

NO SOY MALO, NO SÉ CÓMO EXPRESAR MI ENOJO…

NO SOY GROSERO, QUISIERA QUE ME PUSIERAS MÁS ATENCIÓN…

NO SOY COCHINO, SOLO EXPLORO MI CUERPO…



SÍ, ESCUCHO CUANDO ME LLAMAS…

SÍ, VEO CUANDO TE ENOJAS…

SÍ, GRITO CUANDO ME REGAÑAS…

SÍ LLORO CUANDO ME INSULTAS…

Y SÍ, SIENTO CUANDO ME PEGAS…

TENGO UN CORAZÓN, SOY UN NIÑO…

ENSÉÑAME A SER PERSONA…

CUÍDAME Y PROTÉGEME, NO ME DEJES SOLO…

PORQUE… ¿VERDAD QUE ME QUIERES?



Este hermoso texto lo encontré en http://rebozitos.wordpress.com/2008/06/10/maltrato-infantil/
Les recomiendo leer el documento en PDF que ofrece.

Virtudes del amantamiento

Desde el inicio del proceso del parto el amamantamiento es considerado de vital importancia para expulsar la placenta. Ayudando a relajarse notablemente a la mujer y al niño, agotados después de tan largo viaje a la vida.

Mas tarde cuando el niño lo requiera pedirá el pecho. Algunos secretos pueden ayudar.

*La teta no tiene horarios.
*La leche de la madre siempre es buena, por que es perfecta para ese momento del niño.
*El calostro es una fuente de inmunización inmediata la cual abre paso a la bajada de la leche.
*La leche materna se modifica día a día, según la edad del niño amamantado. Según los factores climáticos será mas aguada en verano y mas espesa con bajas temperaturas.
*El amamantamiento es el proceso perfecto para reducir los kilitos de mas que deja el embarazo.
*La mujer que amamanta tiene menos posibilidades de deprimirse.
*La leche materna cubre las expectativas nutricias de cada bebe, aun después de los dos años.
*Las mamas adoptivas también pueden amamantar a sus hijos. Aun con menopausia precoz.
*La leche materna es completa por lo que no precisa complementos.
*El calcio contenido en la leche materna es apropiado para el crecimiento del ser humano en desarrollo.
*Otras leches son para otras especies con otros cerebros y otros parámetros nutricios.
*El niño amamantado no necesita beber agua, y menos aun mineralizada la cual podría ser nociva para sus riñones.


http://www.veniralmundo.com.ar

Desear un hermanito





Mi hija de 4 años, tiene varias compañeritas de su sala cuyas madres estan emabarzadas o ya han tenido a su bebé en el transcurso de este año. Se ve que el ver el entusiasmo de los demas, le ha pegado fuerte. Hace unos dias vino del jardin y mientras le quitaba su guardapolvo me dijo: mami te puedo pedir un favor? -Si mi amor, que sera?? le dije.
-Mami yo quiero tener otro hermanito...un bebé para que juguemos juntos. Le explique que ella ya habia pasado por esa etapa, su hermana fue un bebé chiquitito, pero los bebes crecen, como las plantas, los animales, no se quedan chiquititos.
Aparentemente lo entendió. Eso crei.Por que al otro día mientras hablaba con mis padres por teléfono,les dijo: saben que?? yo voy a tener un hermanito...los abuelos quedaron sin palabras...menos mal que no sufren de hipertension por que creo que la espontaneidad de mi hija los hubiese infartado :)
Pero la campaña"quiero un hermanito" siguió. Se lo dijo a mi suegra, a mis cuñados, a los vecinos..hasta a su maestra.Y todos felices venian a felicitarme por el supuesto bebé ¿? Y mi cara..ni les cuento...
Debo confesar que insistió tanto con el tema que hasta yo me lo creí.Por que por mas que estaba super segura que no habia embarazo, llegué a dudarlo, hasta sentí nauseas...y es que la veia tan segura, y muchos me decia, mira que los niños presienten...y ella que me daba besos en la panza, y le hablaba al supuesto hermano¿?
¡como para no creermelo!!
Bueno la duda llegó a su fin y no habia embarazo ni nada de eso.
Pero no dejo de pensar en lo que sentira mi hija, eso que la hace tanto desear un hermano.

ILUSTRACION: Patricia Metola

Lactancia Materna Prolongada



FOTO: Mi hija Nuria, 28 meses de lactancia materna...y seguimos.

1.6 Lactancia prolongada
Las madres que siguen dando el pecho después del año se enfrentan con numerosos problemas, sobre todo debido a las críticas de quienes creen que eso “no es normal” y las amenazan con todo tipo de enfermedades y catástrofes.

En realidad, no se conoce cuál es la edad “natural” del destete en el ser humano. Cada cultura tiene al respecto sus propias costumbres, aunque desde luego ninguna desteta tan pronto como la cultura occidental del siglo XX

1 Edad del destete

La antropóloga norteamericana Katherine Dettwyler (1) ha abordado la cuestión desde la zoología comparada, extrapolando una hipotética edad del destete en el ser humano a partir de los datos referentes a otros primates, a partir de varios parámetros que se correlacionan de forma más o menos exacta con la lactancia:

Según el peso al nacer

Suele decirse que los mamíferos se destetan cuando han triplicado su peso al nacer. Esto sólo es válido para los animales pequeños; los animales de tamaño parecido al nuestro se destetan tras cuadruplicar el peso al nacer, lo que sería aproximadamente a los dos años y medio.

Según el peso del adulto

Muchos mamíferos se destetan al alcanzar aproximadamente la tercera parte de su peso adulto. Como en nuestra especie el varón adulto es más grande, ello representaría un destete más tardío: los niños hacia los siete años (al alcanzar los 23 kg.), y las niñas poco antes de los seis años (con 19 kg.).

Según el peso de la madre
Los investigadores Harvey y Clutton-Brock encontraron que, en un gran número de primates, la edad del destete en días es igual al peso de la hembra adulta en gramos multiplicado por 2,71. Aplicando esta fórmula a una madre de 55 kilos, correspondería destetar a los tres años y cuatro meses.

Según la duración de la gestación.

La relación entre la duración de la lactancia y la duración de la gestación es muy variable entre los primates, pero parece depender del tamaño de los individuos. En los monos pequeños, dicha relación suele ser inferior a dos; pero entre nuestros parientes más cercanos (en parentesco y tamaño), la relación es de 6,4 para el chimpancé y de 6,18 para el gorila. Si asumimos que para el ser humano dicha relación ha de ser también superior a 6, el resultado es un mínimo de cuatro años y medio de lactancia.

Según la dentición.
El destete suele producirse en muchos primates cerca de la erupción del primer molar permanente, lo que correspondería a los 6 años en el ser humano.

Conclusión

Como conclusión, Dettwyler supone que la edad normal del destete en el ser humano debe estar en algún punto entre los dos años y medio y los siete.

Carlos Gonzalez.
Extraido de la web: Dormir sin llorar

La imagen que ilustra este articulo es de mi propiedad. Queda prohibido su uso total o parcial en la web.

CELOS DE UN HERMANITO MENOR



Nuestro hijo mayor se está mostrando extremadamente celoso hacia el nuevo bebé. Obviamente está molesto con nosotros por interrumpir su predecible rutina con un nuevo ser que compite con él por nuestra atención. ¿Cómo podemos suavizar esta situación?

Piensa un poco

Antes de que el bebé entrara en tu familia, a tu hijo mayor se le había dicho muchas veces que tendría un maravilloso hermano menor con el cual podría jugar y cuán divertido sería. Cuando nace el bebé tu hijo mayor piensa “¿Me estarán tomando el pelo? ¿Esta cosa de cara roja que consume todo el tiempo y atención de papá y mamá supuestamente es lo que supuestamente tendría que ser DIVERTIDO? Entonces él juega con el bebé de la única manera que sabe: juega a tirar cosas y tú le gritas por tirarle cosas al bebé. Juega a esconderse y aparecer y tú le gritas por quitarle la manta al bebé. Él abraza al bebé y tú lo reprendes pidiéndole que sea más cuidadoso. ¿Tienes aún dudas de por qué tu hijo está confundido?

Enseña

Tu principal objetivo es proteger al bebé. Tu segundo objetivo es enseñar a tu hijo mayor de qué manera interactuar con el bebé. Puedes enseñar a tu hijo mayor cómo jugar con el bebé de la misma manera como le enseñas cualquier otra cosa. Háblale, demuéstrale, guíalo y motívalo. Mientras tanto te sientes segura de estar alcanzando tu segundo objetivo, sin embargo, no dejes a los dos niños solos cuando estén juntos. Sí, sé que no es fácil. Pero sí es necesario y tal vez prioritario.

Observa

Siempre que los niños estén juntos, observa de cerca. Si ves que el mayor se comienza a poner brusco, toma al bebé en brazos y distrae al mayor con una canción, con un juguete, un actividad o algo de comer. Esta acción protege al bebé mientras ayuda a evitar una constante de “No” lo cual podría acarrear un comportamiento agresivo hacía el bebé.

Enseñale a tocarlo suavemente

Enseña a tu hijo mayor a hacerle masajes al bebé cuando éste reposa bocabajo. Cuéntale cómo estos masajes calman al bebé y elógialo por hacerlo bien. Esta lección le enseña al niño cómo comportarse con el bebé desde el punto de vista físico en una forma positiva.

Actúa rápido

Cada vez que veas que tu hijo golpea o interactúa de manera ruda con el bebé actúa tan pronto como puedas. Puedes decirle firmemente, “No pegues, detente ya”. Pon al niño en una silla durante unos momentos y dile que puede bajar cuando pueda usar sus manos de una manera suave con el bebé. Permítele bajar inmediatamente si él desea y tanto tiempo como él pueda relacionarse con el bebé de una manera suave. Esto no debe ser entendido como castigo. Es simplemente ayudarlo a aprender que los comportamientos rudos no están permitidos.

Enseña con el ejemplo

Los niños aprenden lo que viven. Tu hijo mayor observará de qué manera tú te comportas con el bebé y aprenderá de tus acciones. Eres el más importante maestro para tu hijo. Estás demostrando en cada uno de tus actos y tu hijo aprende más por medio de la observación.

Elogia

Siempre que veas a tu hijo mayor tocando al bebé de manera suave, haz un comentario positivo. Pondera de manera elocuente lo importante que es el “hermano mayor”. Abrázalo, bésale y dile cuán orgullosa estás.

Cuida tus palabras

No uses al bebé siempre como excusa. “No podemos ir al parque, el bebé está dormido”. “Haz silencio, vas a despertar al bebé”. “Después de cambiar al bebé te ayudaré”. ¡A estas alturas tu hijo querrá deshacerse del bebé! En lugar de eso, usa razones alternativas. “Mis manos están ocupadas ahora”. “Iremos después de almorzar”. “Te ayudaré en tres minutos”.

Empatiza

Reconoce los sentimientos que tu hijo no expresa tales como “Las cosas han cambiado con el bebé aquí". Va a tomarnos mucho tiempo acostumbrarnos a esta nueva situación. Haz siempre comentarios suaves y generales. No digas por ejemplo “Apuesto a que odias a tu hermanito”. En lugar de ello di “Debe ser duro para ti ver cómo mamá pasa tanto tiempo con el nuevo bebé”. O “Apuesto a que te gustaría que fuéramos al parquet ahora mismo y no tener que esperar a que el bebé se despertara”. Cuando tu hijo se da cuenta de que tú comprendes sus sentimientos tendrá menos necesidad de tratar de hacer cosas que llamen tu atención.

Da amor extra

Aumenta esas pequeñas demostraciones de amor hacia tu hijo. Di más “te quiero”, aumenta tu dosis diaria de abrazos y encuentra tiempo para leer un libro o jugar un rato con tu hijo. Temporalmente las regresiones o algunos problemas de comportamiento serán normales y pueden ser suavizados con una dosis extra de tiempo y atención.

Involúcralo

Enseña a tu hijo mayor cómo ser de ayuda con el bebé o cómo entretenerlo. Déjalo abrir los regalos del bebé y usar la cámara para tomarle fotos. Enséñale cómo ponerle las mediecitas. Déjalo ponerle la crema. Elogialo y anímalo siempre que puedas.

Haz que cada sentimiento sea especial

Impide toda comparación. Incluso aquellas aparentemente inofensivas como por ejemplo el peso de los niños al nacer o cuándo gatearon o caminaron y quién tiene más cabello. Los niños pueden interpretar esos comentarios como críticas.

Toma aire y cálmate

Es tiempo de ajustes para toda la familia. Reduce las actividades fuera de casa, baja un poco tus estándares de labores domésticas y céntrate en tu prioridad ajustando todo a tu nueva familia.

Éste artículo es publicado con autorización de NTC/Contemporary Publishing Group Inc. from Perfect Parenting, del libro The Dictionary of 1,000 Parenting Tips by Elizabeth Pantley, copyright 1999

Traducción al español: www.criaryamar.com

Puedes reproducir este artículo en Internet con la condición de publicarlo completo, incluyendo el texto entero de la autora, nombre del libro y vínculo al portal que realizó la traducción al español www.criaryamar.com

Nuestros hijos de Mayores. Por el Dr. Carlos Gonzalez



Por Carlos González
Pediatra y Escritor
Artículo publicado en la Revista Única, Nº 30. Septiembre 2006

De mayores, ¿cómo nos gustaría que fueran nuestros hijos? ¿Ricos y famosos? Aunque ricos hay pocos, y no siempre son felices. Eso, eso es lo importante, que sean felices.

Claro que, bien pensado, con la felicidad no basta. Hay quien es feliz robando y matando, hay quien es feliz a costa de los demás… Realmente, esto del futuro de los hijos es algo que no se puede decidir a la ligera. Habrá que reflexionar. ¿Cómo queremos que sea nuestro hijo? Tal vez muchos lectores piensen así: “Que sea cariñoso, amable, sincero, trabajador, honrado. Que sea capaz de encontrar un lugar en el mundo y sepa ser feliz en él. Que encuentre alguien a quien amar, y que se haga merecedor de ser amado. Que sepa obedecer sin servilismo, y mandar sin arrogancia. Que no se humille ante los grandes ni desprecie a los pequeños. Que haga valer sus derechos y respete los de los demás. Que tenga muchos amigos y los sepa conservar, que sea capaz de ayudar y de pedir ayuda, de escuchar y de hacerse oír, de confiar en quienes lo merecen y en merecer la confianza de los demás. Que disfrute de las alegrías y se mantenga firme ante las penalidades. Que de más importancia a las personas que a las cosas, a los amigos que a las riquezas”.

Pues bien, hace unos meses la nave de exploración miposiana PJ-328 estuvo estudiando nuestro planeta, con el propósito de conocer cuáles son nuestras prioridades en la educación de nuestros hijos. Son antropólogos (el original dice “zoólogos”, debe ser un error) analizaron miles de horas de interacción entre padres e hijos, tanto al aire libre como en las casas (muy útiles, esas cámaras de rayos X). Observaron a qué dedican los padres más tiempo, qué motivos les llevan a reñir o a felicitar a sus hijos, qué conductas les ponen más nerviosos. En su informe leemos: “Los terrícolas educan a sus hijos para que se conviertan en un tipo especial de adulto, muy apreciado socialmente: un adulto que se lo coma todo, que duerma de un tirón y recoja su habitación. Un adulto que nunca interrumpa a otros adultos cuando hablan, que no grite, no salte, no corra por los pasillos ni dibuje en las paredes, que no se manche al comer helado y no deje migas en el sofá. Un adulto que coma sin poner los codos encima de la mesa, sin hacer ruido con la sopa ni levantar del suelo ninguna pata de su silla”. ¿Y usted? Si un zoólogo miposiano le observa hablando con su hijo, ¿Llegaría a adivinar qué cosas son para usted las más importantes, y cuáles no lo son? Seamos consecuentes con nuestras prioridades, aunque solo sea para no confundir a los miposianos.


Me lo traje del blog "Adivina cuanto te quiero"

Calostro: Descubrir el oro


Calostro: Descubrir Oro

por Ann Calandro, RNC, IBCLC

Los bebés que encuentran oro durante la primera semana, son recompensados con un tesoro para toda la vida.

Mucho antes de que un bebé nazca, la naturaleza comienza a preparar su suministro de alimentos. Alrededor de la décimo-sexta semana de embarazo, los cambios comienzan a ocurrir en los pechos de su madre. La ampliación leve de los alvéolos (el racimo de uvas donde se produce la leche) comienza, generalmente de modo inadvertido para la madre. Para el nacimiento del bebé, la naturaleza ha preparado un asombroso alimento: Calostro.

El calostro es un alimento muy especial, uno de los alimentos más importantes que el bebé comerá en su vida. Es la leche joven temprana producida en los pechos de la madre, preparada especialmente para los primeros 2 a 5 días antes de que la leche madura comienza a ser producida. Como transición de los bebés a vida fuera del útero, el calostro es el alimento ideal. En verdad es más que un alimento; es también la primera inmunización del bebé. Resuelve justamente las necesidades de un bebé recién nacido. Cada vez que el bebé lacta, recibirá unas cucharaditas de calostro, la cantidad exacta necesitada para su estómago pequeño y sus riñones no maduros.

El calostro luce diferente a la leche final: Es más grueso y más pegajoso. Es a veces color de oro, y así le apodan "oro líquido." Podría ser claro, o de un diverso color, pero es siempre perfecto. Su composición es diferente a la de una leche más madura, apenas como la naturaleza lo concibió. Es más alto en contenido de proteínas, minerales, sodio, potasio, vitaminas A y E, y los carotenoides. El calostro contiene los 10 aminoácidos esenciales -- los bloques de edificio para el cuerpo del bebé. Es más bajo en carbohidratos, grasa y lactosa. El calostro es extremadamente alto en secreciones de IgA, una inmunoglobulina importante y agente antiinfeccioso. Está también lleno de células blancas protectoras llamadas los leucocitos, que tienen la capacidad de destruir bacterias y virus.

A veces cuando la madre no siente los pechos llenos de leche, ni nota ningún goteo después de parir, se preocupa de que el bebé no esta sacando nada. Nada más lejos de la verdad. Dentro del cuerpo de tu bebé, los cambios misteriosos y maravillosos están ocurriendo con cada lactancia. El calostro -- incluso en cantidades pequeñas -- es un laxante, estimulando el paso del meconio disminuyendo así la posibilidad de ictericia. Se digiere rápidamente y estabiliza el azúcar de la sangre del bebé. Protege la membrana digestiva de la zona, construyendo una barrera contra las infecciones. Establece la flora bacteriana (las bacterias beneficiosas) en la zona digestiva. El calostro construye el sistema inmune y los sus factores de crecimiento. Siendo un fluido vivo similar a la sangre, puede construir y cambiar las vísceras del bebé, y las prepara y protege contra todos los tipos de gérmenes. Imagínatelo como una clase de sellante especial.

Curiosamente si el bebé nace temprano, el calostro tiene aún más potencial para prevenir las infecciones. Es especialmente importante que los bebés prematuros reciban el calostro producido por la madre.

Como los bebés humanos no están totalmente formados al nacer, nacen listos para recibir el calostro. Sus cuerpos son un trabajo en progresión, esperando que el calostro y la leche de la madre, terminen la consolidación de sus sistemas inmunológicos. Solamente en ocasiones muy raras, y por razones médicas, debe ser agregado cualquier otro alimento durante los primeros días de su vida. Es importante dejar el calostro hacer su trabajo. Generalmente por el segundo día de la vida, el bebé esta listo para comer más a menudo, así que es importante animarle a que lacte con frecuencia, tan a menudo como le indique el hambre. La madre y el bebé son un equipo finalmente acoplado, y como las necesidades alimenticias aumentan, el cuerpo de las madres responde a las señales que el bebé está dando, produciendo exactamente la cantidad correcta de leche. Usar alimentos o chupete retardará la producción de leche y puede causar problemas para la madre y el bebé. Pronto, el calostro comenzará a transformarse en una leche más madura, y aumentar en volúmenes. Él comenzará a beber onzas en vez de las cucharillas. El calostro no desaparece completamente en cuanto viene la leche; habrá cantidades pequeñas de calostro en la leche materna durante las primeras 2 semanas.

Los bebés que encuentran oro durante la primera semana, son recompensados con un tesoro para toda la vida. La naturaleza proporciona esta rica mina. No hay nada mejor que el calostro, esa veta de la madre para un comienzo sano.

Fuente: www.criandomultiples.com

EL PERRO, EL GATO Y LA GALLINA

Otra del Dr. Carlos Gonzalez.¿que puedo decir de este hombre????? es MARAVILLOSO!!!
Me encanta todo lo que escribe!asi que me veran posteando mucho de él...


Picoteaba un día una gallina
entre unos desperdicios de cocina
cuando le sobrevino un deseo urgente
de alzar la vista al frente
y caminar con paso vacilante
(el cuello para atrás y para adelante)
hacia un montón de paja allí dispuesto.
Cacarea, se sienta, se menea,
pica, repica, suplica, tuerce el gesto,
se levanta, se vuelve, cacarea,
puja, empuja, apretuja y pone un huevo.
Un gato, que de todo fue testigo
(aunque el suceso no era nada nuevo)
reflexiona, lamiéndose el ombligo:
"A las puertas del siglo XXI,
y que aún pongan los huevos de uno en uno!
"No alcanza a comprender su alma felina
que una simple gallina,
no sabiendo de ciencia, ni de oficio,

sin el auxilio de gente preparada,
ni acceso al beneficio
de la moderna técnica avanzada
esté a poner un huevo autorizada.
Se acerca el gato a un perro que dormita
al sol junto al corral
y al oído unas frases le musita
en tono coloquial:
"¿Se ha fijado, colega
en cómo pone la gallina, ciega
al peligro, sin método ni nada?
Hemos de poner fin a un sufrimiento
que hace de las gallinas instrumento
de la naturaleza desatada."
"Tiene razón", responde el aludido,
"que es la puesta una empresa complicada
para hacerla en un nido.
Hay que abrir un centro veterinario,
a modo de huevario,
en el que sea la puesta controlada
y el huevo por expertos atendido.
"Buscar deciden, pues, a la gallina
que a la puesta parezca más cercana,
y resulta ser tal la Serafina.
El gato le pregunta: "Dime, hermana,
¿no notas de algún huevo la venida?"
"Nada noto" - "¡Es puesta retenida!"
"Hemos de proceder sin dilación.
Estírate para la exploración."
"¿Me siento así?" - "¡No, tonta, boca arriba!"
Procede a desplumar el perineo
(¡qué vergüenza!). "Colega, ya lo veo.
Con una lavativa
y una infusión de hormonas adecuada

habremos de inducir ahora la puesta;
y una vez dilatada,
hacer palanca con una cuchara
y recoger el huevo en una cesta.
"(Hubo de dar el gato una tajada,
porque, si no, no entraba la cuchara.)
Ya se extiende la voz: ¡Por fin la ciencia
da respuesta a este problema diario!
Las gallinas, con suma diligencia
acuden al huevario.
Y es fama que de ciento que allí ponen
son las cien boca arriba desplumadas
las noventa tajadas,
las cincuenta inducidas, cuarenta
instrumentadas, y algo más de treinta
salen con un buen corte en la barriga.
Tan sólo una recela: nuestra amiga
que iniciaba esta historia.
Porque es gallina vieja, que ya ha puesto
mucho huevo en la vida, y todo esto
le huele más a esclavitud que a gloria.
¿No ha de tener mi cuento moraleja?
Hela aquí: Mujer, no seas gallina,
y si lo eres, sé gallina vieja.
Pregunta al que entusiasta te aconseja
métodos tan científicos y nuevos.
"¿Ayudas tú en verdad a la gallina,
o sólo vienes a tocar los huevos?"




Autor: Dr. Carlos González .Pediatra

Introduciendo al nuevo bebé: 11 formas suaves . Por el Dr. Sears




Comparto con ustedes un articulo del Dr. Sears que encontre el el foro Dormir sin llorar. Al leerlo recordé cuando le comunique a mi hija la llegada de su hermanita, siempre tuve la precaucion de hacerla participe en todo, hoy mas alla que de vez en cuando me encuentro con alguna peleita, son muy compañeras y obviamente se aman, como nosotros a ellas.

Introduciendo al nuevo bebé: 11 formas suaves
Doctor Sears


Algunas disputas entre hermanos son inevitables, aunque el grado de éstas depende de los años de los niños, de la compatibilidad de sus caracteres y el nivel de conflicto que los padres permitan. Un niño criado con apego tendrá un periodo de adaptación a la nueva situación más sencillo, ya que él obtuvo lo que necesitaba cuando lo necesitó. No se sentirá celoso viendo cómo otra persona ve cubiertas sus necesidades. Los niños alrededor de tres años, tres años y medio a menudo reciben al nuevo bebé en el hogar, bien con los brazos abiertos o como una novedad, y a veces parece que esos niños, al menos aparentemente, no parece que se sientan celosos. Ellos pueden competir más por un rato de juego con “su” bebé que por la atención de sus padres. Ser comunicativo le ayudará a adaptarse a los cambios. Pero es habitual para los más pequeños sentirse disgustados durante un tiempo (las cosas nunca volverán a ser iguales ni para los padres ni para el hermano mayor). Incluso tratando de hacerlo todo “de forma correcta” y ver cada pequeña herida en el hermano mayor en los primeros meses, una vez el nuevo bebé alcanza los ocho meses y puede gatear, el mayor sentirá que hay intrusiones en su espacio. Algunos trucos para presentar el nuevo bebé al mayor.

1. Hacerlos amigos antes del nacimiento. Habla a tu hijo mayor acerca del nuevo bebé antes del nacimiento. Dependiendo de su nivel de comprensión, comienza antes o después durante el embarazo. Puedes enseñarle fotografías de un bebé en el útero materno. Para un niño pequeño, si no está a la vista, no está en la mente, así que un bebé que aún no ha nacido, no amenaza su territorio, pero incluso un pequeño de dos años puede sentir si su madre está preocupada por lo que hay debajo de ese bulto en la barriga. Permite acariciar al bebé, hablarle, y sentir sus patadas. Pasa un buen rato hablando sobre él y planificando cosas.

2. Revive la primera infancia del mayor. Siéntate con tu hijo y repasa el album de fotos. Enséñale cómo era justo al nacer, al llegar del hospital, las tomas, el cambio de pañales... Reviviendo estos momentos, se va el mayor irá conociendo y se irá sintiendo preparado para esos momentos que se vivirán en el futuro.

3. Adelanta cómo será la llegada del bebé. “Cuando el pequeño bebé salga de la barriga, mamá lo tendrá en sus brazos todo el tiempo. Los pequeños duermen y maman todo el día y están en los brazos de mamá. Los bebés pequeños realmene necesitan a sus mamás”.

4. Incluye al mayor en las celebraciones del nacimiento. Además de estar con mamá y con el nuevo bebé después del nacimiento (si es que no estuvo en el nacimiento), pídele ayuda en la preparación de la “fiesta del nacimiento”. Puede elegir el pastel, la decoración, pensar en regalos especiales para y del nuevo bebé.

5. Incluye un regalo para el hermano. Los visitantes más avispados, aquellos que pasaron por la situación, traerán un regalo para el hermano mayor cuando vengan a visitar al nuevo bebé. Guarda unos pocos regalos de reserva para cuando los amigos sean espléndidos en sus regalos y atenciones hacia el nuevo bebé. Deja que sea él quién desembale los regalos del bebé y pruebe los sonajeros.

6. Compartir momentos. Junto con la incertidumbre de saber dónde encajan ellos en la nueva situación, lo que les preocupa más a los niños es compartirte con el bebé. Desde que el concepto de compartir es extraño para un niño de menos de tres años, y desde que la mamá es su “posesión” más preciada, es raro que puedas convencer a tu hijo de “compartir el tiempo de la madre”. Suena bien decir que le darás al mayor la misma cantidad de tiempo, pero en la práctica no es realista. Los bebés necesitan mucho tiempo de dedicación y no dispones del 200% de ti misma para dar (es por esto que las madres se dan permiso a sí mismas para desatender la casa y hablan a dedicar el tiempo al bebé y al hermano mayor).

Puedes también compartir el tiempo que dedicas al cuidado del bebé con tu hijo mayor. Lleva a tu bebé en una bandolera que te permita tener las dos manos libre para jugar con tu hijo mayor. Mientras des el pecho, puedes leer un cuento al hermano o simplemente abrazarle y mimarle. Aumenta el tiempo que pasas en el suelo. Mientras el bebé sea todavía pequeño, necesitará estar en tus brazos o en una bandolera. Puedes estar en el suelo con el mayor y él verá que estás disponible. A medida que el bebé crezca, puedes sentarle en una hamaca o en una manta en el suelo para que os vea jugar al hermano mayor y a ti. Esto entretendrá a dos niños con un padre. Prueba un juego para dos: cuando el bebé sea un poco más grande, anima a que el mayor entretenga al pequeño. Los niños de 3-4 años son especialistas en hacer caras y ruidos divertidos y a los bebés les encanta. Las grandes sonrisas sin dientes del bebé les va a alimentar el ego de forma increible – “ey, le gusto” . Si amas al bebé, el sentimiento será pronto mutuo.

Recuerda, el bebé necesita ser siempre ser el primero (es pequeño y puede haber situaciones peligrosas), aunque el mayor pueda ser más persistente o bullicioso a la hora de expresar sus necesidades, y quiere saberlo. Muchas madres cometen el error de no crear lazos apropiados con el nuevo bebé por miedo a lastimar los sentimientos del mayor. Si el niño recibió lo que necesitaba cuando era un bebé, podrá manejar la frustración sin traumas. Un bebé no puede.

7. Haz que el hermano se sienta importante . Dale a tu hijo un trabajo en la organización familiar. Para sacarle fuera del “quiero ser un bebé”, hazle saber que juega un papel importante. Díle que necesitas su ayuda. Dale un título al trabajo, hazlo divertido: “puedes ser el ayudante de mamá, trae el pañal, por favor”, “trae la ropa para mamá”, “por favor, coge esos juguetes”. Permítele cambiar pañales, vestir al bebé, bañarle... (todo bajo supervisión, por supuesto). Elogia la ayuda que te da.

Un ejemplo de cómo una madre le ha dado la vuelta a los cambios en su hija de 4 años tras el nacimiento de su segundo hijo. Tan pronto como Bejamin nació, Amy pareció entrar en una crisis. Volvió a mojar la cama y a tener rabietas muy fuertes. La que antes era una niña feliz, se volvió triste. Empezó a contestar, a ser desafiante, se despertaba por la noche y a estar en general, molesta. La madre le dio un trabajo como “ayudante de mamá” e incluso le pagó por su ayuda. Después de unas semana, Amy no sólo estaba más contenta, sino que aprendió algunas técnicas de su madre.

8. Mantente abierta a los sentimientos del hermano Al hermano le disgustan tanto sus sentimientos de rabia por su hermano pequeño tanto como a los padres les preocupa sus sentimientos ambivalentes por su bebé. Anima al mayor a expresar tanto los sentimientos positivos como los negativos. Utiliza la empatía, como “Imagino que a veces te gusta el bebé y a veces no”. Ánimale a dibujar sus sentimientos por el bebé. Los niños a menudo se sienten seguros dibujando sus sentimientos. Cuando exprese pensamientos negativos como “odio a este bebé” trata de no decir cosas como “oh, tu no quieres decir eso. Tú amas al bebé”. Álegrate, ya que se siente lo suficientemente seguro para poder expresar esos sentimientos ante ti. Si oye por tu parte que sus sentimientos so nnormales y comprensibles, éstos perderán mucho de su intensividad inicial y podrá abrirse más. Todos necesitamos ser entendidos y aceptados.

9. Qué gano con eso? Esta es la forma en la que los niños piensan. Según la lógica del adulto, los niños deberían estar entusiasmados de tener un amigo viviendo en la misma casa, pero los niños que se encuentran en esta situación están preocupados por lo que ellos pierden. No ven la parte positiva. Ellos han perdido su papel principal, y el bebé es demasiado pequeño para divertirse con él. Mamá, desde que nació el bebé está cansada y no está alegre (la rivalidad entre hermanos llega en un mal momentos para los padres, ya que justo cuando los padres están exaustos adaptándose a un nuevo bebé, tienen que adaptarse tambie´n a los cambios que está sufriendo la personalidad del mayor). Revive “momentos especiales”, especialmente con el padre: salir al parque, ir a una heladería, incluso disfrutando de la compra del pan y la leche. Esos momentos de salir uno a uno con el padre están reservado sólo para el hermano mayor. La atención que el niño ha perdido de la madre, la gana del padre. “Pero nosotros le decimos que le queremos, eso no cuenta?” Sí, pero recuerda que lo que cuenta es cómo perciben los niños el amor de sus padres. Los actos dicen más que las palabras. Utiliza “Teniendo un tiempo”: Tu hijo mayor puede sentarse a tu lado mientras tienes al bebé en brazos (no es necesario bajar al bebé ni interrumpir la creación de los lazos con él). Disfrutad de su presencia a través del contacto cuerpo con cuerpo. Incluso aunque sólo sean 15 minutos al día pueden marcar la diferencia.

10. Protege las necesidades de los dos. “Llegué justo para ver cómo nuestro hijo de 3 años golpeó al bebé con un juguete”, lloraba una madre. Ante hacer daño al bebé, hay que corregir inmediatamente; la seguridad prevalece sobre los temas psicológicos. Pon tu mejor mirada no-vuelvas-a-hacerlo-nunca-más. Pon en marcha todas las paradas: Tiempo muerto para el niño (y también para el juguete). Ten en cuenta sus sentimientos, pero actúa de forma firme. Explica lo frágiles que son los bebés y que aunque comprendas sus sentimientos de rabia, no vas a permitirle que haga daño al bebé. Ayúdale a disculparse, “Acaricia la cabeza del bebé y díle cuánto sientes haberle hecho daño”.

Una vez que el niño ha podido expresar sus sentimientos, puedes dirigirte a ellos directamente, y él sabe que tu entiendes su lucha. Así puedes verbalizar “Es duro ver a mamá dedicando tanto tiempo al bebé”. Entonces enséñale cómo golpear un objeto suave, como una almohada, cuando esté enfadado, porque ella no sentirá dolor. Enséñale cómo ser “amable” con el bebé. Anímale a que le toque de forma suave, modela la caricia diciendo, “bien”. Siente la intimidad del abrazo triangular, padres, hermano mayor y bebé. Asegúrate de que entiende el mensaje de que nunca debe hacerlo de nuevo.

Anima al hermano mayor a que te diga cuándo se siente enfadado. Si es muy pequeño (por debajo de dos), esperar que controle sus impulsos de rabia es esperar demasiado. Esta es otra buena razón para llevar al bebé tanto como sea posible, por un lado el mayor te verá disponible, y por otro tendrás al bebé en un lugar seguro. No dejes a solas al hermano si es agresivo junto al bebé. No pondrá controlarse demasiado tiempo sin tu ayuda.

A veces, los hermanos mayores quieren investigar cómo es el comportamiento del bebé, queriendo tomar biberón el pecho. Dejar que prueben es la mejor forma de manejar su deseo. Peter se destetó de Martha a los 17 meses, y tenía cerca de 3 cuando Hayden nació. Observó muy de cerca cómo Martha daba el pecho el primer día y pidió un poco. Tomo una o dos veces, apenas podía cogerse al pecho, pensó en cómo solucionarlo y pidío dos biberones ,que llevó durante un par de semanas y luego perdió el interés. Martha no le empujó hacia sentimientos tipo “odio a este bebé”.

11. El nuevo bebé tiene ruedas. A menudo los hermanos parecen ajustarse de forma maravillosa al bebé hasta que crece un poco. Un momento típico para que esto suceda es cuando comienzan a gatear. Ahora el mayor seinte que nada está seguro - sus torres son destrozadas, sus mejores juguetes mordidos, sus juegos interrumpidos, etc. La anticipación ayuda. Ten en cuenta que esto empezará a sucecer y explica al mayor por qué el bebé actúa como lo hace (necesidad de explorar, es excitante, es demasiado pequeño para entender) y de esta forma no se lo tomará como un ataque personal. Enseña al mayor cómo desarrollar la paciencia y la habilidad para planear. Puede poner sus juguetes en una mesa fuera del alcance del bebé, y puede construir una torre para el bebé, sabiendo cómo le va a divertir tirarla al suelo. Muestra que el bebé, después de todo, se está convirtiendo en alguien más interesante.


FUENTE:www.dormirsinllorar.com

El control de los efínteres. por Dr. Carlos Gonzalez


Muchas veces se habla de «aprendizaje del control de esfínteres » y eso deja a los padres vagamente intranquilos.

Porqué, aparentemente, un aprendizaje requiere una enseñanza. ¿Quién y cómo ha de enseñar al niño a controlar sus esfínteres, sea eso lo que sea? Pues no, aprender a no hacerse pipí encima, lo mismo que aprender a caminar, a sentarse o a hablar, son cosas que no requieren estudio ni enseñanza.

Existen niños de diez años y también adultos que no saben leer o que no tocan el piano porque nadie les enseñó. Los padres tienen que hacer algo (enseñar a su hijo o buscarle un profesor o una escuela) si quieren que aprenda esa y muchas otras cosas. Pero no hay niños de diez años que no sepan caminar, sentarse o hablar, o que se hagan pipí encima (despiertos).

Todos los niños sanos (y buena parte de los enfermos) controlan perfectamente el pipí (de día) y la caca a los cuatro años o bastante antes. Por lo tanto, la pregunta no es «¿qué tengo que hacer para que mi hijo aprenda a usar el retrete?», pues haga usted lo que haga, tanto si lo hace todo «bien» como si lo hace todo «mal», o incluso aunque no haga nada de nada, su hijo aprenderá. La pregunta es «¿qué puedo hacer para que mi hijo no sufra mientras aprende a usar el retrete?» Y la respuesta es «más vale que no haga nada». O que haga lo menos posible.
Cuando los padres hacen algo, cuando sientan al niño a ciertas horas en el orinal, cuando le obligan a estar sentado hasta que hace algo, cuando le riñen si se lo hace encima, a la larga el niño aprenderá también a ir al retrete, pero será desgraciado en el proceso (y sus padres también). En casos extremos, es probable que ciertas «enseñanzas» desafortunadas pue-dan retrasar el aprendizaje o producir en el niño un rechazo a defecar que se convertirá en estreñimiento.

Pero si no le quitamos nunca el pañal, ¿cómo aprenderá? ¿No seguirá llevando pañal toda la vida? Lo dudo. No conozco a nadie que haya hecho la prueba; pero sospecho que, incluso si los padres no tomasen nunca la iniciativa, todos los niños acabarían por arrancarse el pañal ellos mismos.

Nadie va con pañal por la calle a los quince años. Pero el caso es que los pañales cuestan dinero y cambiarlos cuesta un esfuerzo, y casi todos los padres hacen, antes o después, un esfuerzo para quitar el pañal a sus hijos. En principio, eso no debería traer ningún problema.

El pañal es algo totalmente artificial, un invento relativamente reciente que no busca la comodidad del niño, sino la de sus padres. Los niños no necesitan pañal. Muchos padres le quitan a su hijo el pañal en verano y que sea lo que Dios quiera. Incluso antes del año, cuando saben que es imposible que el bebé controle el pipí y la caca de forma voluntaria. Para hacerlo, por supuesto, es conveniente no tener alfombras ni moquetas en casa, y es necesario estar dispuesto a fregar cualquier rincón en cualquier momento, sin el menor reproche.

Así se ahorra el niño algunas escoceduras por el calor y los padres mucho dinero en pañales. Al final del verano, si (como era de esperar) el niño se lo sigue haciendo todo encima, se le vuelve a poner el pañal y tan contentos. En el primer verano después de los dos años, cuando de verdad hay alguna esperanza de cambio, los padres pueden explicarle al niño lo que se espera de él: «Cuando tengas ganas de hacer pipí o caca, avisa. » Pero, por supuesto, no se harán pesados preguntando cada media hora (basta con que lo expliquen una vez en junio o, como mucho, cada quince días), ni lo sentarán en el orinal cuando no lo ha pedido, ni le reñirán o criticarán ni se burlarán de él por los escapes o por las falsas alarmas, ni mostrarán impaciencia.
Puede ser útil preguntarle si prefiere usar el retrete, como papá y mamá, o un orinal (y que elija el que más le gusta) o un adaptador para el retrete.

Mientras no haya un mínimo control, es prudente ponerle el pañal para salir a la calle. Algunos niños logran el control en este verano, otros en el siguiente. Algunos, por supuesto, alcanzan la madurez entre medias y piden que se les quite el pañal en invierno («¿Estás seguro?» «Sí. » «Bueno, vamos a hacer la prueba. ») Quitar el pañal, decíamos, no habría de traer ningún problema, pero a veces lo trae. Incluso sin obligarles, sin reñirles, sin ponerse pesado y sin hacer comentarios ofensivos, algunos niños se niegan a que les quiten el pañal.

Están tan acostumbrados a llevarlo, que no se imaginan la vida sin él. Explíquele a su hijo que no importa que se haga pipí o caca en cualquier sitio, que no se va a enfadar. Pero si a pesar de todo le pide un pañal, póngaselo sin rechistar. Al fin y al cabo, la idea no fue suya; fueron sus padres los que decidieron ponerle pañal cuando nació y no es culpa del pobre chico si se ha acostumbrado.

Es posible que un niño que al año y medio se dejó quitar el pañal, se niegue a los dos años y medio. No insista, no atosigue, simplemente dígale: «Bueno, cuando quieras que te lo quite, avisa», y ya está. Algunos niños están contentos de ir sin pañal, pero se sienten incapaces de usar el orinal. Notan que van a hacer algo, avisan, pero no quieren sentarse en ningún sitio. Quieren el pañal. A veces, durante una temporada, hay que ponerles un pañal cada vez que han de hacer pipí o caca. A algunos, que juegan desnudos en la playa, hay que ponerles un pañal para que hagan pipí. No se asombre, no se queje, no se ría. Póngale el pañal sin discutir, que ya falta bien poco.

Algunos niños, más tímidos, no se atreven a pedir el pañal, pero tampoco a usar el orinal, e intentan retenerse lo más posible. Algunos llegan a sufrir estreñimiento. Si observa que su hijo deja de hacer caca cuando le quitan el pañal, pruebe a ponérselo otra vez (incluso si no lo ha pedido). No es malo volver a usar el pañal después de unos días o meses sin él. No es un paso atrás ni un retroceso, ni le hace ningún daño al niño. A no ser, claro, que él se niegue. Nos vamos ahora al otro extremo, al del niño que no es capaz de controlarse, pero insiste en que le quiten el pañal o en que no se lo vuelvan a poner si se lo habían quitado en verano.
Como siempre, es importante hablar con el niño y ser respetuoso. Si sólo hay fallos ocasionales, es mejor hacerle caso. Si el control es nulo, tal vez pueda convencerle de que se lo deje poner. Pero si se niega en redondo, si llora para que no le pongan el pañal, si lo vive como un fracaso o una humillación, es mejor también hacerle caso, tal vez intentar llegar a una solución de compromiso («puedes ir sin pañal por casa, pero si salimos a pasear te lo has de poner»).

A veces hay que renunciar a salir de casa durante unas semanas para no tener un drama, lo que no deja de ser una lata. Por eso es importante no ponerse pesados con el asunto, no lanzar indirectas y puyas, que nadie le vaya diciendo al pobre niño «qué vergüenza, tan mayor y con pañales», «a ver si aprendes a ir al retrete de una vez», «si te lo vuelves a hacer encima, te tendré que poner pañales como a una niña pequeña» y otras lindezas. Nunca hay que hablar así a un niño, ni en este tema ni en otros. Todos los niños normales saben controlarse de día, sin necesidad de enseñarles nada.

Si su hijo se sigue haciendo caca o pipí encima después de los cuatro años (salvo algún accidente muy de tarde en tarde con el pipí), consulte al pediatra. Cuando hay problemas, con frecuencia son de origen psicológico (a veces debido precisamente a intentos de «enseñarles» a usar el orinal por las malas y otras veces, manifestación de otros conflictos o de celos). En algunos casos, la defecación involuntaria (encopresis) es consecuencia del estreñimiento: se forma una bola que irrita la mucosa rectal y produce una falsa diarrea. El niño no lo hace a propósito, y las burlas y castigos no harán más que empeorar el problema. Pero las noches son muy distintas.

Aunque muchos niños pueden dormir secos a los tres años, otros muchos se hacen pipí en la cama (enuresis nocturna) hasta la adolescencia o incluso toda la vida. Durante la Primera Guerra Mundial, el 1 por ciento de los reclutas norteamericanos fue declarado no apto para el servicio por enuresis. La enuresis nocturna casi nunca tiene causa orgánica o psicológica, sino que depende de la maduración neurológica y de las características genéticas (va por familias). Algunos niños consiguen no hacerse pipí en un día especial (por ejemplo, en casa de un amigo), a costa de pasar la noche prácticamente en vela. Por supuesto, no pueden hacerlo muchos días seguidos.

Por desgracia, algunos padres no comprenden el enorme esfuerzo que han hecho y se lo echan en cara («en casa de Pablo bien que espabilaste, pero aquí no te preocupas, claro, como estoy yo para lavar sábanas»). Este tipo de comentarios, además de cruel, es falso.

Hace poco, una madre comentaba en un foro de Internet que su hija de siete años se hacía pis en la cama. Otra madre le contestaba así:

Yo estuve haciéndome pis hasta los dieciséis años, y peor que me sentía y más acomplejada que nadie… Me tiraba las noches en vela para no mojar la cama, y en cinco minutos que el sueño me rendía, me hacía pis; estaba desde el medio día sin beber nada, era horrible, y seguía haciéndome pis; me levantaba por la noche a lavar mis sábanas para que no se enteraran… No la regañes, no la responsabilices, es una enfermedad, de pronto un día dejé de hacérmelo. Mi hijo mayor se hizo pis hasta los trece años…

Quisiera explicar aquí una anécdota, en homenaje a un gran pediatra japonés, el Dr. Itsuro Yamanouchi, de Okayama. Visité su hospital en 1988, y me fascinó aquel sabio humilde que seguía atendiendo consultas externas de pediatría a pesar de ser director de un gran hospital. Le acompañé una tarde en su consulta, y él me explicaba en inglés lo que ocurría. —Este niño tiene seis años, y se hace pipí en la cama. Le he explicado a la madre que eso es normal, que no hay que hacer nada, y que yo me hice pipí hasta los siete años. —¡Qué casualidad! —respondí en mi inglés vacilante—. Yo también me hice pipí hasta los siete años. El Dr. Yamanouchi se apresuró (para mi sorpresa) a traducir mis palabras, y la madre me miró con más sorpresa aún y se deshizo en reverencias y agradecimientos. Un rato después, otra madre, mientras escuchaba las palabras del médico, me miró también con asombro y me hizo otra reverencia. —Este niño de diez años también se hace pipí en la cama. Le he explicado a la madre que yo me hice pipí hasta los once años, y tú hasta los siete. —Pero… ¿no me dijo usted que también se había hecho hasta los siete? —Bueno —sonrió el Dr. Yamanouchi—, yo siempre les digo un año más.

DR. Carlos Gonzalez
Extraído de su libro ”Bésame Mucho"

Tu Hijo es una buena persona




Estaba convencida que ya lo habia posteado,pero bueno, nunca es tarde...Es EXCELENTE!! como todo lo que escribe Carlos Gonzalez."Tu hijo es una buena persona" , extraido del mejor libro que he leido en mi vida:Besame Mucho.
Que lo disfruten.
Valeria


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Cuando una esposa afirma que su marido es muy bueno, probablemente es un hombre cariñoso, trabajador, paciente, amable... En cambio, si una madre exclama "mi hijo es muy bueno", casi siempre quiere decir que se pasa el día durmiendo, o mejor que "no hace más que comer y dormir" (a un marido que se comportase así le llamaríamos holgazán). Los nuevos padres oirán docenas de veces (y pronto repetirán) el chiste fácil: "¡Qué monos son... cuando duermen!"


Y así los estantes de las librerías, las páginas de las revistas, las ondas de la radio, se llenan de "problemas de la infancia": problemas de sueño, problemas de alimentación, problemas de conducta, problemas en la escuela, problemas con los hermanos... Se diría que cualquier cosa que haga un niño cuando está despierto ha de ser un problema.

Nadie nos dice que nuestros hijos, incluso despiertos (sobre todo despiertos), son gente maravillosa; y corremos el riesgo de olvidarlo. Aún peor, con frecuencia llamamos "problemas", precisamente, a sus virtudes.


Tu hijo es generoso

Marta juega en la arena con su cubo verde, su pala roja y su caballito. Un niño un poco más pequeño se acerca vacilante, se sienta a su lado y, sin mediar palabra (no parece que sepa muchas) se apodera del caballito, momentáneamente desatendido. A los pocos minutos, Marta decide que en realidad el caballito es mucho más divertido que el cubo, y lo recupera de forma expeditiva. Ni corto ni perezoso, el otro niño se pone a jugar con el cubo y la pala. Marta le espía por el rabillo del ojo, y comienza a preguntarse si su decisión habrá sido la correcta. ¡El cubo parece ahora tan divertido!

Tal vez la mamá de Marta piense que su hija "no sabe compartir". Pero recuerde que el caballito y el cubo son las más preciadas posesiones de Marta, digamos como para usted el coche. Y unos minutos son para ella una eternidad. Imagine ahora que baja usted de su coche, y un desconocido, sin mediar palabra, sube y se lo lleva. ¿Cuántos segundos tardaría usted en empezar a gritar y a llamar a la policía? Nuestros hijos, no le quepa duda, son mucho más generosos con sus cosas que nosotros con las nuestras.


Tu hijo es desinteresado

Sergio acaba de mamar; no tiene frío, no tiene calor, no tiene sed, no le duele nada... pero sigue llorando. Y ahora, ¿qué más quiere?

La quiere a usted. No la quiere por la comida, ni por el calor, ni por el agua. La quiere por sí misma, como persona. ¿Preferiría acaso que su hijo la llamase sólo cuando necesitase algo, y luego "si te he visto no me acuerdo"? ¿Preferiría que su hijo la llamase sólo por interés?

El amor de un niño hacia sus padres es gratuito, incondicional, inquebrantable. No hace falta ganarlo, ni mantenerlo, ni merecerlo. No hay amor más puro. El doctor Bowlby, un eminente psiquiatra que estudió los problemas de los delincuentes juveniles y de los niños abandonados, observó que incluso los niños maltratados siguen queriendo a sus padres.

Un amor tan grande a veces nos asusta. Tememos involucrarnos. Nadie duda en acudir de inmediato cuando su hijo dice "hambre", "agua", "susto", "pupa"; pero a veces nos creemos en el derecho, incluso en la obligación, de hacer oídos sordos cuando sólo dice "mamá". Así, muchos niños se ven obligados a pedir cosas que no necesitan: infinitos vasos de agua, abrir la puerta, cerrar la puerta, bajar la persiana, subir la persiana, encender la luz, mirar debajo de la cama para comprobar que no hay ningún monstruo... Se ven obligados porque, si se limitan a decir la pura verdad: "papá, mamá, venid, os necesito", no vamos. ¿Quién le toma el pelo a quién?


Tu hijo es valiente

Está usted haciendo unas gestiones en el banco y entra un individuo con un pasamontañas y una pistola. "¡Silencio! ¡Al suelo! ¡Las manos en la nuca!" Y usted, sin rechistar, se tira al suelo y se pone las manos en la nuca. ¿Cree que un niño de tres años lo haría? Ninguna amenaza, ninguna violencia, pueden obligar a un niño a hacer lo que no quiere. Y mucho menos a dejar de llorar cuando está llorando. Todo lo contrario, a cada nuevo grito, a cada bofetón, el niño llorará más fuerte.

Miles de niños reciben cada año palizas y malos tratos en nuestro país. "Lloraba y lloraba, no había manera de hacerlo callar" es una explicación frecuente en estos casos. Es la consecuencia trágica e inesperada de un comportamiento normal: los niños no huyen cuando sus padres se enfadan, sino que se acercan más a ellos, les piden más brazos y más atención. Lo que hace que algunos padres se enfaden más todavía. Si que huyen los niños, en cambio, de un desconocido que les amenaza.

Los animales no se enfadan con sus hijos, ni les riñen. Todos los motivos para gritarles: sacar malas notas, no recoger la habitación, ensuciar las paredes, romper un cristal, decir mentiras... son exclusivos de nuestra especie, de nuestra civilización. Hace sólo 10.000 años había muy pocas posibilidades de reñir a los hijos. Por eso, en la naturaleza, los padres sólo gritan a sus hijos para advertirles de que hay un peligro. Y por eso la conducta instintiva e inmediata de los niños es correr hacia el padre o la madre que gritan, buscar refugio en sus brazos, con tanta mayor intensidad cuanto más enfadados están los progenitores.


Tu hijo sabe perdonar

Silvia ha tenido una rabieta impresionante. No se quería bañar. Luchaba, se revolvía, era imposible sacarle el jersey por la cabeza (¿por qué harán esos cuellos tan estrechos?). Finalmente, su madre la deja por imposible. Ya la bañaremos mañana, que mi marido vuelve antes a casa; a ver si entre los dos...

Tan pronto como desaparece la amenaza del baño, tras sorber los últimos mocos y dar unos hipidos en brazos de mamá, Silvia está como nueva. Salta, corre, ríe, parece incluso que se esfuerce por caer simpática. El cambio es tan brusco que coge por sorpresa a su madre, que todavía estará enfadada durante unas horas. "¿Será posible?" "Mírala, no le pasa nada, era todo cuento".

No, no era cuento. Silvia estaba mucho más enfadada que su madre; pero también sabe perdonar más rápidamente. Silvia no es rencorosa. Cuando Papá llegue a casa, ¿cuál de las dos se chivará? ("Mamá se ha estado portando mal..."). El perdón de los niños es amplio, profundo, inmediato, leal.


Tu hijo sabe ceder

Jordi duerme en la habitación que sus padres le han asignado, en la cama que sus padres le han comprado, con el pijama y las sábanas que sus padres han elegido. Se levanta cuando le llaman, se pone la ropa que le indican, desayuna lo que le dan (o no desayuna), se pone el abrigo, se deja abrochar y subir la capucha porque su madre tiene frío y se va al cole que sus padres han escogido, para llegar a la hora fijada por la dirección del centro. Una vez allí, escucha cuando le hablan, habla cuando le preguntan, sale al patio cuando le indican, dibuja cuando se lo ordenan, canta cuando hay que cantar. Cuando sea la hora (es decir, cuando la maestra le diga que ya es la hora) vendrán a recogerle, para comer algo que otros han comprado y cocinado, sentado en una silla que ya estaba allí antes de que él naciera.

Por el camino, al pasar ante el quiosco, pide un "Tontanchante", "la tontería que se engancha y es un poco repugnante", y que todos los de su clase tienen ya. "Vamos, Jordi, que tenemos prisa. ¿No ves que eso es una birria?" "¡Yo quiero un Totanchante, yo quiero, yo quiero...!" Ya tenemos crisis.

Mamá está confusa. Lo de menos son los 20 duros que cuesta la porquería ésta. Pero ya ha dicho que no. ¿No será malo dar marcha atrás? ¿Puede permitir que Jordi se salga con la suya? ¿No dicen todos los libros, todos los expertos, que es necesario mantener la disciplina, que los niños han de aprender a tolerar las frustraciones, que tenemos que ponerles límites para que no se sientan perdidos e infelices? Claro, claro, que no se salga siempre con la suya. Si le compra ese Tontachante, señora, su hijo comenzará una carrera criminal que le llevará al reformatorio, a la droga y al suicidio.

Seamos serios, por favor. Los niños viven en un mundo hecho por los adultos a la medida de los adultos. Pasamos el día y parte de la noche tomando decisiones por ellos, moldeando sus vidas, imponiéndoles nuestros criterios. Y a casi todo obedecen sin rechistar, con una sonrisa en los labios, sin ni siquiera plantearse si existen alternativas. Somos nosotros los que nos "salimos con la nuestra" cien veces al día, son ellos los que ceden. Tan acostumbrados estamos a su sumisión que nos sorprende, y a veces nos asusta, el más mínimo gesto de independencia. Salirse de vez en cuando con la suya no sólo no les va hacer ningún daño, sino que probablemente es una experiencia imprescindible para su desarrollo.


Tu hijo es sincero


¡Cómo nos gustaría tener un hijo mentiroso! Que nunca dijera en público "¿Por qué esa señora es calva?" o ¿Por qué ese señor es negro?" Que contestase "Sí" cuando le preguntamos si quiere irse a la cama, en vez de contestar "Sí" a nuestra retórica pregunta "¿Pero tú crees que se pueden dejar todos los juguetes tirados de esta manera?"

Pero no lo tenemos. A los niños pequeños les gusta decir la verdad. Cuesta años quitarles ese "feo vicio". Y, entre tanto, en este mundo de engaño y disimulo, es fácil confundir su sinceridad con desafío o tozudez.


Tu hijo es un buen hermano

Imagínese que su esposa llega un día a casa con un guapo mozo, más joven que usted, y le dice: "Mira, Manolo, este es Luis, mi segundo marido. A partir de ahora viviremos los tres juntos, y seremos muy felices. Espero que sabrás compartir con él tu ordenador y tu máquina de afeitar. Como en la cama de matrimonio no cabemos los tres, tú, que eres el mayor, tendrás ahora una habitación para ti sólito. Pero te seguiré queriendo igual". ¿No le parece que estaría "un poquito" celoso? Pues un niño depende de sus padres mucho más que un marido de su esposa, y por tanto la llegada de un competidor representa una amenaza mucho más grande. Amenaza que, aunque a veces abrazan tan fuerte a su hermanito que le dejan sin aire, hay que admitir que los niños se toman con notable ecuanimidad.


Tu hijo no tiene prejuicios

Observe a su hijo en el parque. ¿Alguna vez se ha negado a jugar con otro niño porque es negro, o chino, o gitano, o porque su ropa no es de marca o tiene un cochecito viejo y gastado? ¿Alguna vez le oyó decir "vienen en pateras y nos quitan los columpios a los españoles"? Tardaremos aún muchos años en enseñarles esas y otras lindezas.


Tu hijo es comprensivo

Conozco a una familia con varios hijos. El mayor sufre un retraso mental grave. No habla, no se mueve de su silla. Durante años, tuvo la desagradable costumbre de agarrar del pelo a todo aquél, niño o adulto, que se pusiera a su alcance, y estirar con fuerza. Era conmovedor ver a sus hermanitos, con apenas dos o tres años, quedar atrapados por el pelo, y sin gritar siquiera, con apenas un leve quejido, esperar pacientemente a que un adulto viniera a liberarlos. Una paciencia que no mostraban, ciertamente, con otros niños. Eran claramente capaces de entender que su hermano no era responsable de sus actos.

Si se fija, observará estas y muchas otras cualidades en sus hijos. Esfuércese en descubrirlas, anótelas si es preciso, coméntelas con otros familiares, recuérdeselas a su hijo dentro de unos años ("De pequeño eras tan madrugador, siempre te despertabas antes de las seis...") La educación no consiste en corregir vicios, sino en desarrollar virtudes. En potenciarlas con nuestro reconocimiento y con nuestro ejemplo.


La semilla del bien

Observando el comportamiento de niños de uno a tres años en una guardería, unos psicólogos pudieron comprobar que, cuando uno lloraba, los otros espontáneamente acudían a consolarle. Pero aquellos niños que habían sufrido palizas y malos tratos hacían todo lo contrario: reñían y golpeaban al que lloraba. A tan temprana edad, los niños maltratados se peleaban el doble que los otros, y agredían a otros niños sin motivo ni provocación aparente, una violencia gratuita que nunca se observaba en niños criados con cariño.

Oirá decir que la delincuencia juvenil o la violencia en las escuelas nacen de la "falta de disciplina", que se hubieran evitado con "una bofetada a tiempo". Eso son tonterías. El problema no es falta de disciplina, sino de cariño y atención, y no hay ningún tiempo "adecuado" para una bofetada. Ofrézcale a su hijo un abrazo a tiempo. Miles de ellos. Es lo que de verdad necesita.


Dr. Carlos González, pediatra
Extractado del libro: Bésame mucho, como criar a tus hijos con Amor.

PONER LIMITES O INFORMAR DE LOS LIMITES

PONER LIMITES O INFORMAR DE LOS LIMITES

El amor después de la etapa primal.
Cuando se cambian las órdenes
por la información y la complacencia


Casilda Rodrigáñez Bustos
La Mimosa, noviembre 2005
(Texto inédito)

Copiado con permiso de la autora http://www.casildarodriganez.org/


Hace poco me llamó la atención el título de una charla; era algo así como: “Poner límites, cuándo, cómo y por qué”; estaba referido claro está a los límites que se supone que las madres y los padres debemos poner a las criaturas.


Este sin duda es uno de los dilemas más peliagudos con el que nos encontramos todas y todos los que queremos criar y socializar a las criaturas que hemos parido para que sean felices, y no para que le rindan servidumbre a nadie; y con el deseo y la firme voluntad de ser amantes complacientes y no dictadores o dictadoras autoritarias

En mi caso, la respuesta la encontré en el libro de Françoise Dolto, La cause des enfants (1). En este libro Françoise Dolto analiza el trato habitual que las madres y padres dan a sus criaturas cuando empiezan a ser autónomas, y que, salvo excepciones, consiste en darles órdenes sobre todos los aspectos de su vida cotidiana. En esta actitud adulta hay dos aspectos importantes: Uno es la subestimación de las capacidades (intelectuales, motrices, etc.) de las criaturas. Según Dolto, las madres y los padres subestiman las capacidades y cualidades (inteligencia, sensibilidad, capacidad de discer-nimiento, sentido común, responsabilidad, instinto de supervivencia y senti-do del cuidado de sí mismas, capacidad de iniciativa, etc.) de las criaturas en general, y las tratan como si fueran incapaces por sí mismas de sentir, de pensar, de evaluar las circunstancias de una situación dada, o de tomar la más mínima decisión.

Por lo general, en sociedades menos patriarcalizadas o por lo menos, menos occidentalizadas, podemos observar que la infancia es más libre, y goza de un mayor reconocimiento y confianza en cuanto a su inteligencia y capacidades. Sin ir más lejos recordemos lo que decía Liedloff (2) sobre los Yequona.

Por su parte Dolto dice que el reconocimiento de las capacidades efectivas de las criaturas nos llevaría a darles una información respetuosa, confiando en su capacidad de discernimiento, por lo menos en una gran medida, en lugar de darles sistemáticamente órdenes.

La diferencia entre dar INFORMACIÓN y dar ORDENES es crucial; Dolto pone un ejemplo que me parece muy ilustrativo: a un japonés que aterrizara en nuestra ciudad no le daríamos órdenes de lo que debe hacer, visitar, etc. sino que le daríamos la información necesaria para que se pudiera desenvolver por la ciudad (cómo funcionan los transportes públicos, los sitios donde dan de comer mejor y más barato, etc.), o sobre las cosas interesantes que podría visitar, etc. ¿Por qué no tenemos la misma actitud con las criaturas que con el visitante extranjero?

Para contestar a la pregunta, hay que tener en cuenta el segundo aspecto al que me he referido antes: la prepotencia adulta.

Porque en la actitud ante el visitante extranjero, además de reconocimiento de su capacidad de discernimiento, de movilidad, etc. hay también un reconocimiento de su integridad como persona, con sus gustos, sus apetencias, sus prioridades, incluso su escala de valores... en otras palabras, no sólo hay reconocimiento de su inteligencia y capacidades, sino también consideración y respeto hacia lo que quiere; tal es la actitud que corresponde a una relación respetuosa con nuestros semejantes, de igual a igual.

La actitud con las criaturas es diferente no sólo porque como hemos dicho antes, subestimamos sus capacidades, sino también porque tenemos inconscientemente interiorizado que estamos por encima de ellas, que somos sus superiores y ellas son nuestras subordinadas.

Somos prepotentes con la infancia, en el sentido literal de la palabra: pre-potentes, tenemos el Poder previo, un Poder fáctico –el dinero, los medios- sobre todas sus actividades cotidianas; y podemos obligarlas por las buenas o por la malas, para que hagan cada día las cosas con las prioridades y de la manera que unilateralmente decidimos.

Conviene recordar que nuestro modelo de hombre o mujer adulta incluye la jerarquización social que caracteriza a nuestra civilización, uno de cuyos pilares es la superioridad adulta. Aristóteles, en el siglo V a.c. decía ya:
Para hacer grandes cosas, es preciso ser tan superior a sus semejantes como lo es el hombre a la mujer, el padre a los hijos, el señor a los esclavos. (3)


La práctica adulta de mandar sobre las criaturas es tan vieja como el Patriarcado mismo; no voy a detenerme aquí ni a referir los múltiples párrafos que la Biblia dedica a este aspecto, como cimiento que es de la civilización
judeo-cristiana; pero creo que es preciso señalarlo para entender por qué lo tenemos tan sumamente interiorizado. Y lo difícil que es sustraerse a él.

Debido a esta interiorización, todos los días sin darnos cuenta, le damos cuerda a estas supuestas incapacidades de l@s niñ@s que justifican nuestra superioridad, y no somos capaces de romper el círculo vicioso y la dinámica social, ni nos planteamos otra posible relación con ell@s; no se nos ocurre tratarlas como al japonés del ejemplo: como seres humanos a los que hay que ayudar a conocer el funcionamiento del mundo en el que han aterrizado Por eso a l@s niñ@s, por lo general, no se les informa de los pormenores de la economía familiar, de las obligaciones y dificultades de las personas adultas –“no son cosas de niños”, se dice-, y de las limitaciones de todo tipo a las que estamos sujetas. Y por lo mismo, ni se nos ocurre ponernos a analizar conjuntamente las posibilidades de ampliar esos límites, movidas por el afán de complacerles en sus deseos.

La implicación emocional que acompaña las dos actitudes Porque no se trata de ignorar los limites, sino de la forma de abordarlos; o mejor dicho, la relación desde la que se abordan, y por lo tanto, si se abordan unilateralmente, desde la distancia emocional, o si se abordan conjuntamente, desde el deseo de complacencia y de bienestar inmediato. Es decir, la implicación emocional ante ellos.

Pues está tan arraigada la norma social autoritaria de relación con la infancia, que incluso las madres que han tratado de respetar la etapa primal de sus criaturas y las han dado el pecho a demanda, complaciendo sus deseos, a
menudo cambian la actitud de complacencia cuando la criatura empieza a andar y a ser autónoma.

Parece como si la complacencia ya no fuera posible; se argumenta a menudo que la criatura al andar sola se puede dar golpes, se puede caer, meter los dedos en los enchufes, romper los ceniceros de porcelana, etc.etc. Luego crecen más y quieren salir a la calle cuando toca comer, o comer cuando toca salir a la calle, etc.

Así parece inevitable la autoridad. El decir ‘no’ a los deseos de las criaturas. Dice Dolto que los supuestos peligros que amenazan el movimiento propio de las criaturas, forma parte de un sistema que se retroalimenta. Porque desde el momento en que en lugar de darles una explicación interponemos un
‘no’, estamos impidiendo el aprendizaje del entorno, y es este desco-nocimiento del entorno, como dice Dolto, lo que le vuelve peligroso.


L@s adult@s que han entrado sin darse cuenta en esta dinámica, aunque a menudo se encuentren en medio de una gran contradicción entre su deseo de complacencia y las obligaciones de la vida cotidiana, no ven manera de resolverla más que por la vía autoritaria. Ciertamente resulta difícil desactivar el mecanismo de esta vía, puesto que la propia dinámica autoritaria, al impedir el proceso de autonomización y de aprendizaje, genera su propia auto-justificación.

Sin embargo, las criaturas están perfectamente capacitadas para aprender a moverse en su entorno sin riesgo; y como es la actitud autoritaria lo que bloquea el desenvolvimiento natural de sus capacidades, cuanto antes se cambie de actitud, antes y mejor aprenderá a moverse de forma autónoma en su medio y a hacerse responsable de sus circunstancias.

Más adelante nos detendremos en cómo la actitud autoritaria afecta al aprendizaje; ahora sólo lo menciono para entender la trampa del desamor en la que caemos las madres, que nos incapacita para mantener el amor incondicional. Del mismo modo que los riesgos del parto se han convertido en la justificación de una innecesaria medicalización, ocultando la usurpación de la función femenina que hay detrás de dicha medicalización, del mismo modo digo, las supuestas incapacidades y desconocimientos de las criaturas justifican la inercia del comportamiento adulto autoritario y la desaparición del amor complaciente, al tiempo que ocultan las verdaderas cualidades de las criaturas.

Y al igual que la medicalización innecesaria del parto produce la quiebra de su autorregulación fisiológica y acarrea nuevos riesgos, la dinámica autoritaria también al quebrar su desarrollo anímico (capacidad de amar, sexualidad, proceso de autonomización y aprendizaje, etc), acarrea más y más dificultades y, en definitiva, la incapacidad de la criatura para desenvolverse en su medio.

En cualquier caso, en mi opinión, siempre es posible mantener el amor complaciente después de la etapa primal. Porque el amor complaciente es un hecho totalmente independiente de los límites que haya, por muy desgraciados
que éstos sean. Son dos cuestiones de diferente condición.

Es algo muy simple; se trata de que, ante cualquier límite que se oponga a los deseos de nuestra criatura, nos situemos incondicionalmente del lado de sus deseos; y en lugar de considerarlos meros caprichos improcedentes, los analicemos honesta y sinceramente con ella, junto con todos los factores que intervienen en la situación, para después tomar una decisión conjuntamente. Se trata desde luego de hacer una valoración de la viabilidad técnica de los deseos de las criaturas, pero también de hacerla desde el punto de vista de su proceso anímico, valorando sus deseos, no como caprichos arbitrarios, sino como producto de su vitalidad y en tanto que pulsiones vitales que animan su desarrollo psicosomático, emocional y de aprendizaje; y además de hacerlo con el respeto y la responsabilidad de la protección que le debemos a ese desarrollo, a esa criatura humana que no es mi inferior ni mi subordinada, sino que es mi semejante y socialmente mi igual. Porque el que yo pueda decidir, el que yo pueda obligarla, es una realidad de orden secundario, es un asunto del Código Civil, del Contrato Social, de una Ley que me otorga una posición de superioridad; pero no es la verdad primaria y fundamental; en realidad, no es más que una mascarada para organizar la función de este Gran Teatro del Mundo. Para nada somos superiores a ellas, y quien lo crea, quien crea que es verdad, sufre una tremenda equivocación. Nuestra función de madres es propiciar y proteger su desarrollo, puesto que las hemos parido, no manejarlas como una propiedad.

Aunque no nos demos cuenta, esta relación con nuestras criaturas también nos desquicia tanto a los hombres como a las mujeres. Como dice Isabel ALER (4), la reproducción de relaciones filiales patológicas nos parte el corazón, es
una, quizá la más grave, de nuestras corazones rotas.

Si analizamos con un poco detenimiento lo que significa situarnos sin más del lado de los límites, ordenándolas directamente lo que tienen que hacer, como normalmente suele hacerse, nos daremos cuenta que ahí hay encubierta una gran falta de empatía amorosa, una gran falta de amor verdadero.

Habrá quien diga que a una criatura de dos o tres años no se le puede explicar nada, que no entiende nada. Esto no es cierto. La psicología neonatal ha probado ya que incluso los fetos antes de nacer tienen conciencia, memoria y recuerdos (5). Esto viene a romper muchas creencias según las cuales las criaturas humanas antes de nacer y recién nacidas, ni sienten ni padecen; creencia que permite, por ejemplo, pinchar el cráneo con una aguja para monitorizar el feto ante de nacer, sin afectación emocional.

Por otra parte, si la relación con la criatura desde que empezó a andar, ha consistido en darle órdenes en lugar de explicaciones, ésta arrastrará un handicap de desinformación, de dinámica de sumisión y de retraso en el hábito de asumir iniciativas responsables; porque una criatura que ha sido tratada respetuosamente y con sinceridad, que se le ha ido informando en cada circunstancia, desarrolla una gran capacidad de entendimiento y de iniciativa responsable. Las criaturas humanas tienen de hecho esa gran capacidad de entendimiento y de acción, esté más o menos atrofiada o desarrollada,pero siempre está ahí, y siempre es buen momento para iniciar un trato diferente con ella basado en el reconocimiento de esa capacidad y en el respeto a sus deseos.

Aunque nos parezca que una criatura no entiende, siempre entiende; por lo menos mucho más de lo que nos creemos; y lo cierto es que casi siempre subestimamos su capacidad de comprensión. Creo que casi todas podemos recordar alguna anécdota en la que alguna criatura nos ha sorprendido ‘por la cuenta que se daba de tal o cual cosa’, ‘a pesar de lo pequeña que era’ etc. etc. Yo recuerdo de pequeña que siempre fingía que no me enteraba ni entendía aquello que los mayores daban por hecho que era así, para tenerles complacidos. Lo que nos hace infravalorar la capacidad de entendimiento de nuestros hijos e hijas es la prepotencia en la relación con ell@s, prepotencia que llevamos adscrita a nuestra estructura psíquica.


Así pues, aunque nos parezca que no nos pueden entender, debemos probar a explicarles la situación conflictiva entre los deseos y los límites; contémosles lo que hay, poniéndonos en su lugar y comprendiendo sus deseos, sintiendo con ellas la frustración, deseando con ellas que los márgenes para la expansión de los deseos fueran mayores, haciéndonos cómplices y estudiando las posibilidades de eludir lo que no se quiere hacer y de hacer lo que sí se quiere hacer, y poniendo los medios y el poder que socialmente ostentamos al servicio de sus deseos.

Creo que mucha gente se sorprendería de los resultados. Y si a pesar de todo tenemos que doblegarnos ante los límites, sufriremos juntas la represión de nuestros deseos: porque mi deseo ha seguido, sigue y seguirá siendo la complacencia del suyo.

Porque de esto es de lo que se trata. De mantener la producción de la líbido amorosa del proceso de la maternidad; la sustancia que si no se bloquease trabaría la fraternidad, el bienestar y el apoyo mutuo. Por eso es tan importante mantener la complacencia y reflexionar sobre los deseos de las criaturas.

Tenemos que tener en cuenta que, cuando adoptamos la actitud de ponernos sin más del lado de los límites, sin considerar tan siquiera lo que la criatura quiere, porque tenemos las decisiones ya tomadas, sin dar ocasión para estudiar los márgenes posibles de maniobra, y le vamos soltando a la criatura un ‘no’ tras otro, la criatura lo que percibe es que sus deseos no nos importan; se da cuenta de que ni siquiera han sido contemplados como una posibilidad real; y de algún modo siente que se está yendo sistemáticamente en contra de ella, contra sus deseos; porque a diferencia nuestra, ella todavía sí se identifica
con los deseos que le brotan del cuerpo. Ella todavía no está socializada del todo, y todavía es capaz de producir, de reconocer y de identificarse con sus deseos.

Y nosotras, ya desde este mundo, de un plumazo resolvemos la cuestión, impasiblemente, poniéndoles un ‘no’ tras otro, como si estuviéramos poniendo una lavadora tras otra. Porque es lo que nos toca, supuestamente, como madres, hacer. ¡Qué diferente la perspectiva, si contemplamos sus deseos como la maravillosa vitalidad de sus maravillosos cuerpos! Entonces lo que nos costaría es decirles ‘no’, y en cambio no nos costaría nada ponernos a desbrozar el terreno para que sus vidas tuvieran la máxima expansión posible.
Sus deseos todavía son el pulso de su vida, lo que alienta su existencia.

Por eso la negación de los mismos, aunque no nos demos cuenta, supone una negación de su vida, un cuestionamiento de su existencia; una existencia y unos deseos que debían ser incondicionalmente defendidos y protegidos por la madre y el grupo familiar de la madre.

Aunque no podamos ofrecerles la vuelta al Paraíso, el‘amaryi’ (6), con la actitud de la información y de la búsqueda de la complacencia, estaremos demostrando que no querríamos que estos límites existieran, y la criatura percibirá el deseo de su madre de cambiar las circunstancias que se oponen a sus deseos para poder complacerla.

Ante la evidencia del deseo de complacencia, la criatura no identificará límites y falta de amor, como en cambio sucedería si directamente le damos órdenes como si fuéramos las promotoras de los límites. Y así la criatura podrá seguir creciendo en el entorno de empatía y amor incondicional que necesita para el
desarrollo de su propia capacidad de amar.

Porque aunque tenga que someterse a los límites y a la ordenación social, la criatura se sentirá amada incondicionalmente. Si lo pensamos un poco, la actitud de los amantes en general es tratar de buscar la mejor manera para vivir en este mundo, manteniéndose cómplices ante los impedimentos y los límites, y buscando conjuntamente las mejores opciones que tienen.

Si hubiera que resumir esta actitud en una palabra, ésta sería COMPLICIDAD. Y que no nos quepa la menor duda de que las criaturas se dan cuenta y sienten que sus deseos no nos importan. Cada vez que las madres nos ponemos del lado de los límites sin tener en cuenta sus deseos, les estamos dejando de amar incondicionalmente, y la criatura lo percibe. Y por eso reacciona con rabietas, exigiendo las cosas de manera testaruda, pataleando y armando zapatiestas por cosas aparentemente insignificantes... Pero no cogen pataletas por lo que se les ha negado (un caramelo, el acceso a un objeto...) sino precisamente por el significado afectivo de la negación rutinaria, que para
ellas no es otro que un menosprecio hacia sus vidas.

Con las pataletas no reclaman el objeto que se les ha negado; están desesperadas porque no tenemos sus deseos - sus vidas- en la consideración que se merecen, y en realidad están reclamando ese amor incondicional que aprecia y que sí le importa lo que ellas desean. Y como la socialización de las criaturas es una negación tras otra de sus deseos, la espiral de la guerra (‘la guerra que dan l@s niñ@s’) y de las zapatiestas no cesa. Fijáos que a veces hacemos concesiones, no por respeto, reconocimiento y empatía con sus deseos, sino para parar la rabieta. Esto, cuando menos, nos tendría que hacer reflexionar.


La prueba de que las rabietas no se producen por un empecinamiento especial por un objeto (empecinamiento que a menudo se contempla como una carac-terística de la infancia), la podemos encontrar observando la situación inversa. Cuando una criatura crece en una relación de tú a tú con l@s adult@s, está informada de las dificultades de este mundo, las grandes y las pequeñas y más cotidianas dificultades de este mundo, que está todos los días lidiando con ellas para sacar el mejor partido de cada situación; cuando a esa criatura le dices ‘no puedo porque estoy cansada’, o ‘no lo cojas porque hace falta para otra cosa’, no organiza ninguna pataleta, ni se pone exigente ni testaruda. Bien al contrario, demostrará una generosidad, una comprensión y una complicidad que ya la quisieran muchos adultos y adultas en sus relaciones. En primer lugar porque sabe que le estás diciendo la verdad; porque habitualmente no falseas la realidad ni te inventas cualquier excusa para cerrarle la boca. En segundo lugar porque sabe a ciencia cierta que siempre tienes en cuenta sus deseos, y por lo tanto, cuando hay un ‘no’ no se pone testaruda y exigente, sino que se muestra abierta a entender y a aceptar las explicaciones.

El empecinamiento de las criaturas es por el amor incondicional y compla-ciente perdido, y por la falta de respeto que les profesamos; no por los límites a sus deseos. Los niños y niñas que crecen sin consideración a sus deseos, a su impulso vital, sienten una gran soledad; una soledad que ha sido detectada con mucha frecuencia por psicólogos y psicólogas. Las cualidades tales como la confianza y la reciprocidad propias de la capacidad humana de amar, se lesionan. Porque lo propio del ser humano es amar y ser amado incon-dicionalmente. Si esto nos falla, la supervivencia entonces desarrollará toda la lista de patologías que conocemos tan bien: celos, afán de posesión, agre-sividad, violencia, sadomasoquismo, depresión, autodestrucción, droga-dicción... (aunque sólo se consideren patológicos los casos graves más, pues estando este tipo de relación con la infancia normalizada, también lo están sus consecuencias más inmediatas).

En un reciente artículo (7), una psiquiatra pedía una investigación y un debate sobre las causas de la infelicidad infantil. Yo creo que la obra de Alice Miller (8) sería el mejor punto de partida para este debate. Creo sinceramente que la soledad y la infelicidad en la infancia se deben a esta falta de reconocimiento y de empatía con sus deseos, que en definitiva, es una falta del amor incondicional que es propio del género humano; con esto quiero decir que el desarrollo de las criaturas humanas requeriría de un entorno medioambiental humano de solidaridad y de empatía incondicionales, medio que hoy está envenenado por un agente patógeno: las relaciones de Autoridad y sumisión.

Las y los psicólogos insisten en la falta de comunicación o diálogo entre padres-madres e hij@s. Y los padres-madres a menudo se quedan perplej@s porque no entienden por qué falla la comunicación, ya que se ven a sí mism@s plenamente dedicad@s a sus hij@s. Yo creo efectivamente que es una falta de comunicación, pero que no es cuantitativa sino cualitativa; es la manera que tienen de ‘amar’ a sus hij@s: Por un lado, ‘desean’ racionalmente ‘lo mejor’ para ell@s, con la mente confundida por los valores competitivos de nuestra sociedad de consumo, que subordina el bienestar presente a unos supuestos logros en una futura integración social. Y por otro, ese ‘amor’ racional está desconectado de las pulsiones corporales de empatía amorosa y del deseo de complacencia. Esta corrupción del amor hacia los hij@s produce la falta de empatía con sus deseos, y permite el posicionamiento unilateral del lado de los límites y en contra de la vitalidad de sus hij@s. Esto crea el abismo, la distancia emocional entre padres-madres e hij@s.

Habría que investigar también en qué medida la familia nuclear y las familias con pocos hij@s ha propiciado en buena medida un incremento de la infelicidad infantil, debido a que ahora l@s niñ@s se pasan muchas horas solos o en compañía exclusivamente de adult@s. Antes la falta de complicidad de los adult@s se compensaba con la del grupo amplio de niñ@s que había en el ámbito familiar. Por eso ahora hay quizá más soledad en la infancia y más depresión infantil.

Hay que tratar de entender que los deseos no son caprichos improcedentes. Los deseos son el principio inmanente de sus vidas. Y si los deseos de las criaturas se vuelven caprichos improcedentes, es porque sus vidas van rebotando contra los muros y vagando desinformadas por un mundo que desconocen y del que no saben nada. Cuanto más autoritaria es la vía de la socialización, más ‘caprichosos’ y ‘egoístas’ se vuelven los niños y niñas. Como siempre, el sistema que se retroalimenta, y los expertos (psicología, sociología, pedagogía) dándole cuerda, tomando las consecuencias del sistema como lo originario de la vida humana.

El mercado lleno de terapias para subir la autoestima de la gente, es una punta del iceberg del daño en la capacidad de amar que nuestro modelo de socialización inflige a las criaturas. Es cierto que lo más importante es la etapa primal; la etapa primal es básica, pero eso no quiere decir que no cuenta lo que pasa después, a lo largo de toda la infancia, tanto a favor –para compensar las heridas y las faltas de la etapa primal- como en contra –para agravarlas.

La depresión infantil frecuente en los países occidentales no pueden explicarse sólo por el daño de la etapa primal, aunque éste sea el origen del desastre. Sino también por la distancia y el abismo que la vía autoritaria crea entre padres-madres e hij@s, y que impide que reciba un apoyo afectivo de fondo y verdadero, que a su vez podría compensar y superar el daño de la etapa primal. Con la corrupción del amor se envenena el medio emocional, la sustancia necesaria para la vida, y el resultado es como si se envenenara el aire que respiramos o el agua que bebemos.

Luego nos rasgamos las vestiduras con la creciente violencia, cada vez a edades más tempranas, de l@s niñ@s (y también de l@s adult@s), cuando se sabe a ciencia cierta, es decir, porque se ha probado científicamente (eso que tanto nos reclaman los medios oficiales) cual es la raíz y el origen de la violencia.

Dice Michel Odent (9) que la estrategia más certera para hacer personas agresivas es separarla de su madre de pequeña, es decir, provocarle la carencia de empatía amorosa. Otros muchos autores (entre otros, la misma Alice Miller y el neuropsicólogo J.W Prescott) han explicado y han hecho estudios para probar esta relación entre la falta de empatía amorosa y de placer en la infancia y la violencia adulta (10). Recordemos también que, históricamente, la aparición de sociedades violentas y guerreras coincide con la desaparición de las sociedades maternales y pacíficas del neolítico (11). La vida tiene una enorme capacidad de recuperación. Pero el sistema de crianza-educación, tras la devastación primal, es una sucesión de mecanismos en cadena para impedir dicha recuperación.

La gravedad de la falta de amor verdadero se entiende cuando nos damos cuenta de la necesidad absoluta que tiene la criatura de él. Esta necesidad, que puede compararse como decía, con la del aire para respirar, o el agua para beber, es lo que hace que la criatura acabe rechazando sus propios deseos, porque se lo dicen los que supuestamente le quieren. Y si la negación de los deseos es la negación de la propia vida, se entiende la frecuencia de la depresión infantil en nuestra sociedad.

La actitud autoritaria es una actitud de desamor. El amor y el ejercicio del Poder sólo se compatibilizan cuando se sublima el amor, cuando se le arranca de nuestras entrañas y se le corrompe. Lo importante es con-vencerse de que la existencia de los límites no tiene que hacer cambiar la cualidad de mi amor por la criatura, y que no estamos obligadas a ser autoritari@s. No tenemos que caer en la trampa de ir por el camino trazado, de la manera ‘normal’ de criar y educara l@s hij@s manteniendo con ell@s una relación de prepotencia.

La quiebra del amor incondicional (en el caso de que halla llegado a existir y si es que no se ha quebrado antes) como decía Amparo Moreno es la transmutación de la relación de tú a tú entre los amantes, en una relación de autoridad y sumisión.(12)


Rendir el Poder –que tenemos de facto los padres y las madres con respecto a las criaturas- para mantener el amor incondicional y complaciente no es ninguna excentricidad; es sólo un intento de vivir conforme a la verdad de las cosas. Pero además, si no fuera por lo tremendamente trágico que es, diría que lo más gracioso del asunto es que resulta mucho más ventajoso, en todos los aspectos, también para nosotr@s. Entre otras cosas, porque las criaturas vuelven también a ser complacientes contigo; en cuanto notan la actitud de complacencia, enseguida les brota la reciprocidad. Como todavía la apisonadora del sistema no ha terminado de aplastar sus cualidades humanas, mamíferas y gaiáticas tales como la reciprocidad, la confianza, el respeto a la propia dignidad y el deseo de mutua complacencia, éstas se ponen en juego en cuanto encuentran la cancha libre de Poder. Entonces, l@s niñ@s, en vez de‘dar guerra’ dan mucha paz y mucha alegría. En vez de ‘dar trabajo’, te alivian el stress del trabajo alienante de nuestro mundo. Esto está comprobado. Te dan un amor impetuoso, fresco, limpio, sincero. Te dan vida, te revitalizan.

Being happy is what matters most’ (ser feliz es lo que más importa) decía A.S. Neil (13) fundador de la escuela de Summerhill, que lleva funcionando más de ochenta años en Inglaterra. Es un eslogan sencillo y fácil de seguir. Y en el fondo todas las madres y padres estaríamos de acuerdo con él. No hemos parido hijos o hijas para que sean presidentes de multinacionales o generales del Ejército.

No es el éxito social lo que más nos importa, sino que sean lo más felices posible, siempre, aquí y ahora. El amor complaciente maternal no tiene por qué desaparecer con los límites. El amor complaciente es muy paciente para explicar e informar a sus criaturas de los peligros y de los límites de este mundo, y se aprestará a mostrarles trucos para conseguir la máxima satisfacción de los deseos; y no los borrará nunca de un plumazo, calumniándolos y degradándolos a la categoría de ‘caprichos’, como suele hacerse.

Las madres que se ponen del lado de los límites, también dicen que quieren a sus hijos e hijas. Pero ese ‘amor’, como decía, es un amor que, por adaptarse a la norma social, se ha sublimado y corrompido. Es un ‘amor’ que ha perdido su condición de ‘entrañable’ para hacerse compatible con razonamientos que permiten la negación del bienestar inmediato y los deseos de las criaturas, en aras de algún supuesto bienestar futuro. Pero como decía antes, esto es un engaño. Porque al amor que nace en las entrañas le importa también el futuro (¡cómo no le iba a importar a una madre entrañable la felicidad futura de sus hij@s!); este amor sabe, con una sabiduría intuitiva enseguida confirmada por la razón, que el futuro, como ahora veremos, depende del desarrollo presente de las cualidades y de la vitalidad de la criatura. El futuro desde luego depende de muchas más cosas, pero sobre todo y antes que nada, depende precisamente de este desarrollo presente que se niega, encima en aras del bienestar futuro.

El ‘futuro’ es como lo ‘sobrenatural’. Como no están ni se ven, se recurre a ellos para justificar el cargarse el presente y lo natural, porque, claro está, no hay nada ni presente ni natural que justifiquen su propia devastación. No es que al dejarnos llevar por el amor que nace de nuestras entrañas vayamos a ignorar los límites. No es el‘mimar’ lo que vuelve a las criaturas inadaptadas. El amor complaciente lo que hace es encarar los límites desde el respeto a la vida de las criaturas.

El cómo nos enfrentamos a la contradicción entre los deseos y los límites (si nos ponemos del lado de los límites y aplastamos sin más los deseos que se interpongan, o si nos ponemos del lado de la criatura y de sus deseos para ver conjuntamente con ella cómo conseguir el mejor margen de felicidad y bienestar inmediatos), tiene una gran importancia en la relación entre madre-padre y criatura, y va a ser determinante en el desarrollo de la capacidad de amar de la criatura...

Lo mismo que está normalizado que los bebés lloren, y eso hace que a mucha gente ni se le ocurra pensar que a lo mejor no tienen por qué llorar, también está normalizado –e interiorizado en nosotras- que los niños y niñas tienen que hacer las cosas porque se les manda, que eso es lo mejor para ellas, y por eso tampoco se nos ocurre pensar que se podrían hacer las cosas de otro modo. No tenemos más modelo de relación con la infancia que el autoritario.

Tan normalizada está la obediencia de la criatura, la subordinación de sus deseos a las órdenes, que muy rara vez surge algún chispazo que la cuestiona. Y sin embargo no deja de ser una incongruencia que mientras que la felicidad y la satisfacción de los deseos de la criatura durante la etapa primal nos complace, en cambio cuando empiezan a ser autónomas, lo que nos complace es que nos obedezcan sin rechistar.

¿Qué ha cambiado para que cambie la cualidad de mi amor? Lo que hace que cambie la cualidad del amor maternal es la convergencia de las normas establecidas imperantes, con la dinámica de la personalidad adulta masculina o femenina, – el ego- que se realiza, como decía Aristóteles, teniendo a alguien por debajo de ti que te obedezca.

Para la criatura lo más importante, más importante que sus deseos se satis-fagan o no, es que el amor incondicional se mantenga, que persista la sustan-cia emocional necesaria para su desarrollo. Su felicidad, la expansión y de-sarrollo armónico de sus cualidades psicosomáticas, incluida su capacidad de amar, dependen de que la amemos incondicionalmente, de que reconozca-mos y respetemos sus deseos, y que deseemos sinceramente complacerlos.

Otra idea sencilla para ayudar al mantenimiento del amor incondicional y a no caer en la dinámica autoritaria, es seguir a rajatabla el principio de no mentir; de no decir a nuestr@s hij@s ni una sola mentira, ni piadosa ni no piadosa. Practicar la absoluta transparencia y sinceridad. El ejercicio del Poder siempre siempre requiere de la mentira; por eso si nos proponemos firmemente no mentirlas jamás, nos estaremos poniendo un serio obstáculo a nosotr@s mism@s para la actitud autoritaria.

Algunas otras consecuencias Decía Albert Camus: La vrai générosité vers l’avenir, c’est de tout donner au present (14) –“la verdadera generosidad hacia el porvenir, es darlo todo al presente”-, y esto es más verdad en la infancia que en ningún otro momento de la vida. Porque la criatura que ha tenido una etapa primal complaciente y respetuosa y que también ha tenido una infancia complaciente y respetuosa, habrá desarrollado saludablemente tanto su capacidad de amar (del que depende el grado de bienestar y de felicidad), como su capacidad de adaptación (del que dependen las relaciones socialesóptimas que puedan darse).

La relación autoritaria, como hemos dicho, no sólo afecta al desarrollo de la capacidad de amar de las criaturas, sino que también menoscaba las demás capacidades incluidas las intelectuales; limita el desarrollo de todas las aptitudes psíquicas y físicas, y frena el aprendizaje. Porque el verdadero aprendizaje es el que se realiza movido por la curiosidad y el deseo de aprender, que durante toda la infancia EXISTE Y ESTA A FLOR DE PIEL. Contrariamente a lo que popularmente se dice (que si mimas a las criaturas, éstas se malcrían), es la actitud adulta autoritaria y no complaciente la que impide el desarrollo de su inteligencia –que la tienen-, de su capacidad de cuidar de sí mism@s, -que también la tienen-, de su capacidad de respon-sabilizarse de las cosas y de tomar iniciativas –que la tienen también y no hay más que fijarse en los niños y niñas del llamado Tercer Mundo. En nuestro mundo las criaturas crecen sintiendo que no son responsables de nada, que no tienen ni que pensar en las circunstancias de su vida, puesto que se les inculca que eso no es competencia de ellas sino que es competencia de sus mayores, y que lo único que tienen que hacer es obedecer. La actitud adulta autoritaria fomenta pues la ignorancia, retrasa el aprendizaje, produce el‘atontamiento’ y la irresponsabilidad, por mucho que les demos a cambio un montón de libros y de clases de lectura y de escritura, lo que en realidad cubre el objetivo de tenerlas disciplinadas y entretenidas para que no piensen por sí mismas, ni se les ocurra tener iniciativas propias.

Cuando la criatura crece sin tomar decisiones, ejecutando las órdenes que recibe, y estudiando lo que se le manda que tiene que estudiar, sin respeto al proceso de su propia curiosidad, se destruyen aspectos muy importantes de su vitalidad: su infinitas ganas de aprender, su capacidad creadora e inventiva. La curiosidad que mana de las criaturas como la leche de las madres, y que a nada que se la deja es un caudal casi infinito, se detiene; la fuente se estanca, se obstruye y aparece el rechazo al aprendizaje. Porque una cosa es estudiar y otra aprender, y con mucha frecuencia, lo que se estudia en los colegios entra por un oído y sale por lo otro porque se ha memorizado sin interés, sólo porque era lo que tocaba hacer.

La enseñanza programada presupone que el estudiante tiene que aprender lo que el programa indica, independientemente de su curiosidad. Sin embargo el proceso de aprendizaje natural tiene sus propias secuencias. La curiosidad incita a la observación, promueve la retención, estimula la capacidad de memorización, afina la motricidad fina, desarrolla la gruesa, y unifica todo en un solo haz y en un mismo afán de conocimiento. En cambio, la enseñanza programada, ante la ausencia del estimulo de la curiosidad, tiene que obligar a hacer ejercicios de repetición mecánica que pongan en juego cada una de las distintas capacidades por separado: así se hacen ejercicios de psicomotricidad fina, poniendo a l@s pequeñ@s a pegar gomets o a hacer palotes; ejercicios de psicomotricidad gruesa con las distintas tipos de gimnasias; deberes de caligrafía, de preguntas y respuestas, de memori-zación, etc., ejercicios que se asumen por disciplina.

Pues bien, no es lo mismo ejercitar la psicomotricidad fina haciendo palotes, que ejercitarla porque quiero coserme un disfraz para una fiesta. No es la misma capacidad intelectual la que se desarrolla aprendiendo una lección de memoria que la que se desarrolla leyendo algo que me interesa. Y además, cuando se realiza algo con el estímulo del propio interés, por lo general requiere que se pongan en juego diversos tipos de capacidades al mismo tiempo, y esto es lo que también hace que cada una de estas facultades, se templen cuantitativa y cualitativamente más y mejor que si se ejercitan cada una por separado y por una disciplina exterior. El deseo y la curiosidad, con el impulso de la motivación, al unificar en un solo haz los esfuerzos, produce una interrelación entre la motricidad, el sistema nervioso y el cerebro que garantiza el desarrollo armónico y la autorre-gulación del conjunto y de cada parte. Las facultades humanas no han sido diseñadas filogenéticamente para desarrollarse por separado de manera artificial.


Por otra parte, con la enseñanza programada la capacidad inventiva y la capacidad de tomar iniciativas poco a poco se van apagando a fuerza de no tener espacio ni tiempo ni motivo para ejercitarlas. Antiguamente en los pueblos los niños y niñas estaban todo el día inventando juegos y actividades; hoy nuestros niños y niñas, en cuanto tienen un rato sin programación, enseguida se les oye decir ‘me aburro’ y acto seguido se les engancha a la tele o a la video-consola. El aburrimiento en la infancia es un fenómeno moderno, que antiguamente solo se daba en algunos casos en las clases altas, en las familias de hijos únicos, que crecían aislados. Y aún así tenían sus horas y sus días menos acotadas que ahora y por lo tanto más campo de actividad espontánea que las criaturas de nuestra sociedad actual.

La disciplina, las obligaciones, las tareas, los límites de la infancia son hoy mayores que nunca; más sistemáticos y absolutos. Ser ‘una buena madre’ según lo establecido, implica literalmente ir apagando y aplastando la vitalidad de nuestras criaturas, día a día, año tras año. Otra consecuencia muy importante de la represión de los deseos en la infancia es el desarrollo de la violencia. El malestar en la infancia no es gratuito; pasa factura a la sociedad. La represión por muy sutil que sea, tiene sus consecuencias. Lo reprimido no se evapora. Como dice Alice Miller la represión en la infancia es como fabricar bombas de relojería de efectos retardados. Lo reprimido saldrá de un modo u otro, y la creciente violencia en el mundo tanto en los ámbitos públicos como privados no cesará mientras que no cambie la actitud de la sociedad con la infancia, como explica esta autora en algunos de sus libros. (15)

Por otra parte, el respeto a las criaturas y la actitud de informar y compartir las dificultades y los límites, y de establecer las prioridades conjuntamente, sirve para no hacer trampas. Porque entonces te das cuenta de que efectivamente muchos de los límites que habitualmente se ponen a las criaturas no están determinados por el mundo y las relaciones exteriores existentes, sino por la dinámica adulta; porque el ejercicio del mando sobre l@s hij@s, es una de las vías más importantes de autoafirmación de nuestros egos. Toda la vida obedeciendo, ahora aquí soy yo la que mando. ‘Las cosas se hacen porque sí y porque lo digo yo’.

Entonces te das cuenta de que hay un determinado margen de maniobra para complacerles los deseos que normalmente no se aprovecha. Y que se pueden tomar medidas concretas para aprovechar dicho margen; porque nadie nos obliga a tener ceniceros de porcelana, ni mesas puntiagudas, ni aparatos eléctricos a su alcance, ni sofás de terciopelo, ni paredes de gotele, etc.etc. sino que tendremos la casa amueblada y organizada, teniendo en cuenta la existencia de una criatura que tiene tanto derecho como nosotras a deambular y utilizar la casa, según sus deseos; a utilizar el sofá como cama elástica, las paredes para pintar, etc.etc.

La experiencia además indica, que cuando se deja el principio de autoridad y se cambian las órdenes por la información y la complacencia, los niños y las niñas no sólo muestran una gran comprensión, complicidad y generosidad hacia los adultos y adultas que les tratan de ese modo, sino también una increíble capacidad inventiva para encontrar las formas de hacer lo que desean.

Generosidad, comprensión, habilidad y complicidad para aceptar todos los ‘noes’ que les esperan a lo largo de su socialización en este mundo. Al final, como todas y todos, se habrán tenido que adaptar a este mundo, porque no hay otro; pero se habrá salvado algo básico de su integridad: la producción y el reconocimiento de sus propios deseos, de su capacidad de amar.

Incluso desde el punto de vista de la economía capitalista, en el ámbito de lo privado, es más rentable la relación de tú a tú con l@s hij@s que la autoritaria, porque van a dar mucho menos ‘trabajo’ y van a contribuir mejor y más a la economía doméstica. En esta cuestión de no tener en cuenta los deseos de las criaturas también influye el que sean improductivos desde el punto de vista de las leyes del mercado y del trabajo doméstico. Como no vivimos en un mundo donde los deseos se sacian, la dinámica de saciar los deseos de los niños y niñas va contracorriente de todo. Pero aquí también, el aprovechar los márgenes de maniobra posibles redundará en nuestro beneficio porque nosotras también dedicaremos más tiempo a la diversión y actividades lúdicas.

De hecho hablando de este tema con otras madres, hemos reconocido cómo la maternidad nos ha traído la recuperación de una capacidad lúdica y creativa perdida tras unos cuantos años de vida adulta.

La cuestión estriba, como decíamos, en que no tenemos ningún otro modelo de relación con las criaturas excepto el autoritario. No tenemos ni cultura ni hábitos ni modelos ni imaginación para representar otra forma de relacionarnos con la infancia. Las experiencias que se conocen (Summerhill, movimiento de Hamburgo de los años 30 del siglo pasado (16), Sudbury Valley School(17) ...) son puntuales y permanecen fuera de los circuitos de transmisión de la información. En cambio, tenemos hasta la médula asumida la superioridad adulta con respecto a la infancia, la noción de que a las criaturas hay que manejarlas, porque ellas ni saben ni entienden, y la prepotencia nos sale inconscientemente. Así creemos sinceramente que ser una buena madre, es saber decir ‘no’, es saber poner límites, enseñarles el camino, etc. etc; incluso nos dicen que es importante mostrar firmeza y seguridad en nuestras órdenes, porque así les damos seguridad a ellos y a ellas... Seguridad en las cotas de sumisión que van alcanzando y en la reducción de su vitalidad, pero no en su capacidad de pensar, de decidir y de hacer. Recuerdo una vez que fui criticada con acervo por preguntar a unas niñas si querían comer dentro de casa o fuera en el porche; se consideraba que eso era dar demasiada libertad y ¡¡¡que creaba inseguridad!!! ¡por darles la opción de comer fuera o dentro de la casa!!! Lo peor es que encima se argumentaba con razonamientos psicológicos.

La sumisión es lo contrario del desarrollo de la propia vitalidad. Las criaturas no son tontas, ni son una carga ni dan trabajo; nosotras las hacemos tontas e inútiles, a fuerza de contener su desarrollo, de negar su impulso vital.

Yo como madre no puedo hacer míos los límites que esta sociedad tiene adjudicados a las pequeñas criaturas humanas, y que son producto de un modelo de sociedad cuyo objetivo no es el bienestar de sus miembros, sino la realización de las plusvalías y de los patrimonios. Mi amor de madre por su naturaleza es incompatible con ninguna cuota de sufrimiento y de infelicidad de mis hij@s; otra cosa es que tengan que coexistir (su infelicidad y mi amor), pero entonces su infelicidad será también mía: Y si bajo la guardia y dejo de luchar por sus deseos, y hago que mi ‘amor’ sea compatible con su infelicidad (si yo dejo de pasarlo mal con la represión de sus deseos), es porque estoy desnaturalizando mi amor de madre y les estoy traicionando. En este asunto de los límites, hay una implicación emocional de primer orden, como he tratado de explicar, pues si hago míos los límites, si presento a mis hijos y a mis hijas los límites asumidos por mí, como si fueran cosa mía, les estoy diciendo, aunque yo no me de cuenta, que no quiero su felicidad y en definitiva que no les quiero a ell@s. Y es posible que yo no me de cuenta, pero seguro que ellos y ellas sí lo van a sentir como una desafección.

Así pues, llegamos a lo de siempre: la maternidad consecuente es un permanente cuestionamiento del orden social existente. La maternidad consecuente sería crear el Paraíso para l@s hij@s, y si no podemos ofrecérselo, entonces tenemos que hacérselo saber, que nuestro deseo y nuestro amor de madre es ese; que esa es exactamente la cualidad del amor de madre; pero que como no hay Paraíso, pues vamos a ver lo que podemos hacer para pasarlo lo mejor posible.

Sólo lo que representa sacar de la cama a las 7 ó a las 8 de la mañana a pequeñas criaturas de dos o tres años, incluso a veces de menor edad, interrumpiéndoles el sueño para que vayan a las guarderías o a los jardines de preescolar, es un quebrantamiento de su salud y de su bienestar que una madre no podría considerar nunca que es un bien para su criatura; en todo caso, una madre que tenga que ir a trabajar para dar de comer a sus hij@s, puede justificarlo como un mal menor; y sentir ese mal en ella misma, en sus entrañas; y esto se notará en la actitud, en la empatía, en la explicación, en el consuelo, en la comprensión de la distorsión que eso representa para su criatura, y el fluído emocional de la madre le llegará aésta, y le llegará incluso aunque no tenga todavía el lenguaje verbal adquirido.

En cambio, si la madre considera que es ‘normal’, que la criatura tiene que tragar (porque todas hemos tragado, porque las cosas son así y tiene que adaptarse como sea, etc.) entonces es cuando estamos haciendo de cancerberas de un orden social patológico, estamos haciendo de madres patriarcales, socializando a nuestras criaturas por la vía de la represión y del sufrimiento. Así pues, este es el abismo que hay entre ‘el informar de’ los límites y ‘el poner’ los límites; el abismo entre la madre amante verdadera, y la madre patriarcal que representa el orden y el Poder.

Nada es blanco o negro. A veces nos reconoceremos de un lado, y a veces del otro. Pero creo que con un poco de reflexión sobre lo que nos jugamos, haremos esfuerzos para estar más de un lado que del otro.


LO QUE LA ACTITUD AUTORITARIA PRODUCE

* Bloqueos en la relación sentimental @adres-hij@s.
* Freno al desarrollo de la capacidad de amar y de la sexualidad.
* Vampirización de la energía vital del niño y creación de una psique sumisa.
* Obstaculización del proceso natural de aprendizaje y retraso del desarrollo de habilidades cognitivas y motrices.
* Stress y relaciones patológicas; violencia.
* Adaptación a las relaciones competitivas y fratricidas

LO QUE LA COMPLACENCIA PRODUCE

* Relaciones sanas y fluídas entre @adres e hij@s.
* Entorno adecuado para la expansión de la capacidad de amar y de la sexualidad.
* Potenciación de la vitalidad, creatividad, responsabilidad, y capacidad de iniciativa de los niños.
* Activación natural de los mecanismos genéticos de aprendizaje.
* Autorregulación y salud; carácter apacible.
* Adaptación a las relaciones fraternales y de apoyo mutuo

NOTAS
(1) Dolto, Françoise, La cause des enfants, Ed. Robert Laffont, Col. Le Livre de Poche, Paris 1985
(2) Liedloff, Jean, En busca del bienestar perdido. Ed Obstare 2003
(3) Aristóteles, Política, citando por Amparo Moreno Sarda en La otra política de Aristóteles, Icaria 1988
(4) ALER, Isabel Una visión sociológica de la transformación de la maternidad en España 1975-2005 Universidad de Sevilla
(5) Chamberlain, D. La mente del bebé recién nacido Ed. Obstare
(6) ‘Amaryi’, en sumerio literalmente ‘retorno a la madre’; señala Murray Bookchin que curiosamente‘amaryi’ es la primera palabra en la historia, que designa la ‘libertad’, concepto inexistente en un mundo donde no había represión y que –lógicamentesurge cuando la libertad desaparece, con el advenimiento del patriarcado; por eso la identificación de ‘libertad’ con ‘retorno a la madre’.
(7) Olza, Ibone Revista Mujer y Salud, De la controversia sobre los antidepresivos en niños y adolescentes al debate sobre la infelicidad infantil.
(8) La obra de Alice Miller traducida al castellano, que yo sepa es: cuatro libros editados por Tusquets: El drama del niño dotado, Por tu propio bien, El saber proscrito, y La llave perdida. Y Ediciones B (Barcelona 2000) ha publicado Las raíces del odio.Entre la obra sin traducción al castellano, son importantes L’enfant sous terreur (Aubier 1986 y Abattre le mur du silence (Aubier, 1991).
(9) Odent, Michel El bebé es un mamífero Ed.Mandala
(10)Prescott, J.W. Body pleasure and the origins of violence, ‘Bulletin of the Atomic Scientist’, 1975
(11)Bachofen, J.J. El derecho materno, Anthropos. Marija Gimbutas, Dioses y diosas en la antigua Europa Editorial Istmo, etc. 23
(12)Moreno, Amparo. Carta a la Asociación Antipatriarcal. Boletín nº 4, Madrid 1989
(13)A.S. Neil Summerhill. Fondo de Cultura Económica Buenos Aires, 1963. Hace diez años se publicó Nuevo Summerhill (Paidos), edición preparada por Albert Lamb, que incluye las referencias a Wilhem Reich que en su día debieron autocensurarse para hacer posible su publicación.
(14) Camus, Albert L’envers et l’endroit Ed. Gallimard, col. Folio, 1958.
(15) Es significativo el subtítulo de Por tu propio bien:“Raíces de la violencia en la educación del niño”.
(16) Schmid, J.R. El maestro-compañero y la pedagogía libertaria, Ed. Fontanella, 1973
(17) Greenberg, Daniel ¡Por fín libres! Ed. Marien Fuentes
y Javier Herero (96 647 20 06)

EXTRAIDO DE LA WEB:www.criarconelcorazon.org