Una explicación podría ser que tal vez, porque aunque les agreguen otros sabores para hacerla mas agradable, la medicina tiene un sabor bastante… desagradable.
Y también porque cuando un niño está enfermo, se siente vulnerable, y todo lo vive como una intromisión o una exigencia.
De hecho, un niño enfermo se encuentra en un estado emocional regresivo, es decir confuso, temeroso, y de mucha labilidad.
Esto puede ocasionarle resistencia a cualquier cosa que usted sugiera, ya que, aunque él no lo sepa de manera conciente, con esa oposición se resguarda de un malestar mayor del que siente en ese momento.
El niño pequeño poco sabe acerca de que es estar enfermo, por lo tanto como todas las experiencias de su vida, necesitarán del adulto para poder ser comprendidas en la medida de sus posibilidades.
Para evitar una batalla, a la hora de adminístrale la medicina, lo primero que podemos sugerirle es que admita los sentimientos del niño, al niño.
Usted podría decirle: "Puede que no quieras o te desagrade hacer esto pero confía en mi, después de que lo tomes, pronto te vas a sentir mejor".
También puede darle opciones para que la medicina le sea más gustosa al paladar, y hasta divertida, o sea propóngale que elija con cual cuchara la quiera tomar, y vayan juntos a elegirla, y también puede invitarle a tomarla con jugo de naranja o alguna otra bebida que usted sabe que le agrada.
De este modo el niño, no solo se relajará porque su cabeza estará menos centrada en el malestar, sino que sentirá que él tiene algún tipo de participación en la situación, es decir que con su oposición algo ha logrado, porque si bien no puede decidir si toma o no el medicamento, ya que esa es OBLIGATORIAMENTE una decisión del adulto, pudo participar activamente en otras elecciones.
Si el niño es mas pequeño aún, y el malestar lo hace llorar y gritar impidiéndole escuchar lo que usted quiere explicarle, solo envuélvalo con sus brazos y su voz, segurizantes y calmantes diciéndole: “Yo estoy aquí, puedes confiar en mi y en el doctor que ha venido a ayudarnos, sé que estas confundido y tienes miedo, pero ahora vamos a darte algo para tomar y luego estarás mejor”
Si usted ha establecido previamente con el niño un vínculo de confianza, éste creerá en sus palabras, relajará su cuerpo y se tranquilizará, ya que podrá apoyarse en el cuidado que le ofrece; pero si por el contrario, usted ha prometido cosas que no ha cumplido, el niño sentirá que “todo usted” (lo que dice y lo que hace) no es confiable y puede fallarle una vez mas. Esta situación quizás lo lleve a desorganizarse emocionalmente aun más, pataleando y arqueando su cuerpo hacia atrás para evitar el contacto.
El tener que cuidar a un niño enfermo o lastimado puede dar lugar a sentimientos de gran ansiedad y de impotencia, especialmente porque los niños sufren. El dilema de un padre surge del hecho de que no podemos mejorar las cosas tan rápidamente como nuestros hijos quisieran. Ni tampoco tan pronto como nosotros lo quisiéramos .
Sugerencias para los adultos
Los pediatras recomiendan que los padres transmitan la sensación de calma y confianza a su hijo enfermo o lesionado.
Los niños aprenden de sus padres la habilidad para sobrellevar la enfermedad.
Un niño necesita de un adulto que está en control y que les dé cuidados
Los Dres Dr. Benjamán Kligler y la Dra. Susanna Newmann dicen:
Calme sus emociones respirando tranquilamente. Trate de inhalar y luego exhalar el aire lenta y totalmente; empiece por respirar profundamente varias veces y luego enfóquese a lo que le está pasando a los niños.
Calme su mente recabando información precisa. El conocimiento de los hechos le ayudará a relajarse. Llame a su médico para obtener el diagnóstico del estado de salud del niño y para obtener las respuestas a sus preguntas. El hecho de entender los aspectos específicos de una enfermedad o estado de salud puede ayudarlo a sentir que tiene la situación bajo control.
Explíquele al niño en qué consiste la enfermedad o lesión. Al decirle al niño lo que le está pasando en términos claros, sencillos y propios a su edad no sólo le ayudará a entender su situación, sino que también le ayudará a usted. El acto de discutirlo en términos tangibles es una manera de empezar a disminuir el nivel de ansiedad de todos.
Recuerde lo que usted sentía de niño cuando se enfermaba. Está conciente de que el propio recuerdo de sus enfermedades en su niñez puede afectar la manera de cómo se comunica usted con su hijo. Podría preguntarse si existe alguna experiencia en el pasado que esté afectando la forma cómo ahora usted cuida a su propio hijo. Luego, pregúntese cómo podría hacer las cosas en forma diferente.
Resumiendo en algunos consejos según las edades de los
niños podemos sugerirle para los bebés y menores de 3 años:
Si bien los bebés no pueden entender sus palabras, sí pueden comprender el tono tranquilizador de su voz.
Como el lapso en el que pueden fijar su atención es muy corto, esto permite que se administre la medicina de inmediato y se le distraiga después.
Conforme los bebés van creciendo, usted podrá empezar a explicarle la razón por la que un medicamento o un procedimiento son necesarios.
• A los niños de alrededor de 2 años les encantan los rituales y puede que quieran que un cierto video, un juguete o un libro acompañen el proceso. Usted podría decir: "Ve por tu animalito de peluche y dale su medicina, y luego tú te tomas la tuya".
• Hasta los cinco años, es posible que a los niños les encante creer que ellos le dan medicina a la mamá o al doctor.
• En esta etapa, los niños quieren opciones y quieren tener el control. Si bien no se les puede dar la opción de no tomar la medicina, a menudo usted puede darle la opción de decidir cómo y cuándo lo harán (dentro de lo razonable).
Adaptación y texto Lic L. Susana Maquieira
http://www.educared.org.ar/infanciaenred/Educrianza/2006_09/pregunta.asp
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